1.980 ES LA CRÓNICA. . .

  • Categoría de la entrada:Opinión

Yo también era un desalmado. No tenía alma para fijarme “en lo que sucedía”. “A los guardias civiles y a los policías asesinados les decían una misa rápida y luego embalaban sus ataúdes en furgonetas por las puertas traseras de los cuarteles”. . . hacia el olvido. “Eran las víctimas y también eran los culpables”.

Y nos dimos cuenta demasiado tarde del horror, porque también entonces fuimos unos desalmados. . . mirando hacia otro lado, argumentado que todo podría tener una explicación, sobre los derechos colectivos, la reivindicaciones inaplazables, sobre la lucha armada. . . ante :. . . “La serenidad tristísima de los familiares de los asesinados” “Doscientos atentados, un muerto cada tres días”, y “yo abría el periódico y veía en él esos titulares y esas fotos en blanco y negro”.

Hoy, en 2.014, Zabarte, un asesino que mató a 17 personas y que participó en 20 atentados, atrapado, juzgado, condenado y libre, desde las calles de su pueblo, Arrasate Mondragón, aún insiste en que no cometió asesinatos sino ejecuciones y que jamás paró ni un segundo a pensar en sus víctimas.

Naturalmente su naturaleza inhumana no merece más que nuestro desprecio y la condena más firme de su falta absoluta de sensibilidad hacia la vida humana, hacia el ser humano, amén del asco y la repulsa más rotunda. Sencillamente Zabarte es un desalmado. Pero y con eso . . .también nosotros fuimos unos desalmados, y por mucho que nos hayamos cargado de compasión y razón fue y es imperdonable nuestro comportamiento.

Porque llegamos tarde ante tanto horror, tanta vileza, tan complicidad para escapar de los . . .”señalados”. Porque también fuimos cobardes y responsables de que el cáncer arraigara y la metástasis se instalara y creciera. Y seguro que unos más que otros aún hoy la hez ahoga la necesidad y la obligación de confesarnos . . . desalmados cuando callamos, cuando reculamos. Y no debemos aguardar el arrepentimiento, la reconversión, la confesión dolida y contrita de los “ejecutores” y sus entornos. . . porque fueron y siguen siendo unos desalmados, miserables y culpables directos del horror que sembraron y extendieron.

Y es que la respuesta “ya no está en el viento”. . .sino en la nobleza, la entereza, la firmeza, el reconocimiento, la memoria, el comportamiento ciudadano, cívico, humano, solidario. . . de quienes también fuimos unos desalmados y confesamos que callamos y tratamos de olvidar lo que jamás debió suceder, porque las víctimas estuvieron “tan solas”, en medio de multitudes que hacían como que no pasaba nada para que la vida fuera pareciéndose a la normalidad de una existencia en concordia y respeto mutuos.

Torre del Mar octubre – 2.014