En los años de mi infancia, recuerdo que eran pocas casas en la playa las que llegaban a tener un pozo ciego, no existía saneamiento colectivo en las calles. Mi padre abría el pozo de mi casa que estaba situado delante de la pared que daba a la arena de la playa. Cada cierto tiempo lo abría y entre todos lo vaciábamos cubo a cubo en la mar, esa mar donde nos bañábamos todos. Era cuestión de supervivencia, no falta de conciencia ecológica. No existía mucha preocupación por el Medio Ambiente. La pérdida de biodiversidad y el cambio climático eran absolutamente desconocidos. Sólo existía la preocupación por sobrevivir de la manera más perentoria y natural.
Entonces, si comprabas pipas de girasol, te las vendían en un cucurucho de papel, las botellas eran retornables, ibas a la tienda con una talega para el pan y una bolsa de la compra, que siempre era la misma. Los fiambres tipo mortadela o cualquier otra cosa siempre era a granel, al peso y te la entregaban en un papel, nunca plástico. El heladero pasaba por el barrio vendiendo cortes o cucuruchos que servía directamente para consumir, sin ningún tipo de envoltorio.
Poco a poco quienes las instituciones y la gente importante que entendía de negocios nos fueron convenciendo y obligando a consumir lo que necesitamos envuelto en todo tipo de plásticos y otros productos, pero estos envoltorios también nos lo cobraban, aunque eran para tirar, eran basura. Sin que nadie nos lo dijera, ni se nos dio la opción de pensar y decidir. Solo era más moderno e higiénico. Las consecuencias de todo aquello es que actualmente nuestra salud y la del planeta está mucho más en peligro que entonces. Hay tanta contaminación y tanta basura acumulada en el planeta, que incluso en el organismo de los animales y plantas hay alojados todo tipo de metales, contaminantes y microplásticos que les enferman y nos enferman a nosotros al consumirlos.
Antes durante mi infancia me bañaba en la playa y apartaba con la mano los zorullos que flotaban, pero era materia orgánica que se biodegradaba en la naturaleza; hoy tengo miedo de consumir las cabezas de las gambas, o comer atún o pez Espada por su gran concentración de metales o maíz y otras plantas por los transgénicos cancerígenos que contienen, También desconfío de comer carnes que en su mayoría han sido criadas con hormonas venenosas para nuestro organismo.
Yo veía zorullos en el agua, y era fácil apartarlos, pero todo esto no llego a verlo., los zorullos se eliminaron con depuradoras, esto de ahora no es tan fácil de eliminar.
La gente que nos organizamos en la Asociación de Vecinos de El Palo para poder pensar en que era lo mejor para el barrio comenzamos a preocuparnos por los problemas medioambientales en los inicios de 1980, en esa década se creó la Vocalía de Medio Ambiente y Ecología. Entonces los ecologistas éramos vistos como majaretas, y fanáticos castastrofistas que íbamos contra el desarrollo. Si decíamos que se estaba poniendo en peligro la biodiversidad en nuestras playas y montes, éramos tratados como exagerados que a todo le poníamos pegas. Si plantábamos árboles en nuestras aceras, nos tachaban de cursis ridículos. Si protestábamos por el ruido y contaminación de los coches que estaban quitando el espacio a las personas, o protestábamos por la existencia de la fábrica de cemento (hoy incineradora) nos acusaban de estar contra los puestos de trabajo que se creaban con ello. Si reivindicábamos el solar de lo que hoy es un aparcamiento de la comisaría para hacer un huerto-escuela ecológica, parecía que pedíamos la luna.
Pocas de aquellas reivindicaciones se consiguieron; sí se protegió el monte San Antón, todavía existen árboles de los que sembramos en algunas de nuestras calles, se hicieron algunos parques como el de Playa Virginia y poco más. Nuestro barrio sigue igual o peor en el tema medio ambiental.
Ahora nadie cuestiona que teníamos razón y que deberíamos haber peleado más por estos temas. Aunque no somos mayoría los que clasificamos las basuras en casa, compramos productos sin envases de plástico, usamos la bolsa de la compra de siempre, tratamos de ahorrar energía y agua y seleccionamos los productos de limpieza y otros que contienen contaminantes, etc. Muchos son los que se dejan de llevar por la comodidad y esperan a que los demás, los más preocupados, saquen las castañas del fuego en el planeta que les dejamos a nuestros hijos y nietas; aunque ya ni eso, ya estamos con el problema hasta el cuello. Son millones los afectados por el cambio climático y como siempre afectan más y primero a los más pobres y débiles.
Hoy, todavía hay quien se ríe ridiculizando a quienes colocan recipientes para las colillas en las playas o de aquellas personas que pasean con unas largas pinzas recogiendo las basuras que los demás dejan en la playa.
Ojalá todos y todas tomáramos ejemplo de ellos y ellas. Ojalá todos y todas nos preocupemos tanto por nuestro barrio, eso supone también preocuparse por nuestro planeta, que no es poco.
Ya es seguro que tendremos que volver a las botellas de vidrio retornable, a los productos envasados en papel sin plásticos, a usar la bolsa de la compra de toda la vida y a ser menos consumista. Ya no es suficiente la sostenibilidad, será necesario el decrecimiento., y eso que llaman economía circular. Pero teniendo perspectiva histórica nos convenceremos de que es posible volver a disfrutar de riqueza en la biodiversidad de nuestras playas y montes, organizar la forma de desplazarnos por el barrio sin combustibles contaminantes, dejar espacio a las personas, a las bicicletas. Es difícil, pero posible, además de comprometernos a nivel personal, debemos exigir a los que más daño medioambiental provocan que dejen de hacerlo: fábricas. Grandes empresas de energía, de transportes, etc. También exigir a nuestros políticos que legislen para facilitar este proceso.
A nosotros/as nos toca mirar por lo más cercano, la vida en nuestras playas y montes, la calidad de vida en nuestras calles, con más espacios saludables para vivir mejor y relacionarnos más. A pesar de todo habrá quien vuelva a tachar de exageración y ridiculez este escrito, pero al menos con motivo del 5 de junio Día Internacional del Medio Ambiente, como paleño me veo obligado a recordarlo.
Miguel López Castro. Junio del 2021