Claro que no todos los soldaditos eran iguales, iguales. Uno de ellos, el último que fabricaron, cuando ya no quedaba plomo fundido … solo tenía una pierna.
Por cierto, este soldadito de una sola pierna siempre andaba solo, en cualquier rincón, porque el niño no quería jugar con él …
Desde su rincón el soldadito de plomo vio, ¡ay lo que vio!, una bailarina que sobre una sola pierna posaba bellísima, bailarina de papel, con un lacito azul y una lentejuela en la cintura. Pero ¡qué bella y que bien bailaba!, ¡seguro!, como para que el soldadito de plomo no quisiera dejar de mirarla ni un instante.
Un buen día, mientras el niño recogía sus juguetes, debido a que había corrientes, el soldadito de plomo, nadie sabe cómo pudo ocurrir, terminó en la calle, tirado en la acera, bajo la lluvia que no cesaba.
Arrastrado por el agua que caía de las nubes, el pobre soldadito de una sola pierna, cayó por una alcantarilla al fondo de las cañerías que le llevarían, ¡quién sabe donde!, a echarlo a un río sobrel que vertían las aguas de la lluvía las cañerías de la ciudad
Y el soldadito de plomo, como un náufrago que no sabía nadar, comenzó a hundirse, a hundirse, hasta que un pez que pasaba y nadaba cerca abrió su bocaza y se lo … tragó.
Pasó el tiempo y aquel pez fue pescado y llevado a la pescadería y vendido a la misma casa del niño de los … 25 soldaditos de plomo, el mismo niño que no se había enterado de la ausencia del soldadito de plomo, al que le faltaba una pierna.
Y asaron el pez y se lo comieron y el soldadito apareció … dentro del pez tragón.
Y el soldadito de plomo regresó al cuarto de los juiguetes, más olvidado que nunca.
Y allí junto a él se reencontraron el soldadito de plomo, al que le faltaba una pierna, y la bailarina que sobre un pie lucía su elegancia, luciendo su lacito azul y su lentejuela dorada …
Y ya no se volvieron a separar, y colorín y colorado este cuento podrá asegurarnos que, efectivamente, el soldadito y la bailarina ya no volvieron a estar lejos él de ella.