7.- RICITOS DE ORO

Vivía la niña en una cabaña del bosque y un día se alejó tanto y tanto de su casa que se perdió.

Caminó y caminó Ricitos de oro buscando el camino de vuelta. Muerta de hambre llegó, tras varias horas caminando, ante una casona aislada en medio de un claro del bosque. Como estaba muerta de hambre y se habían dejado la puerta abierta los dueños de la cabaña, sin pensárselo mucho, Ricitos entró y buscó algo de comida

Llegó al comedor donde vio una mesa montada, con su mantel, sus servilletas, sus cucharas y tenedores y tres platos con sopa. Un plato enorme, otro mediano y el tercero pequeñín. Las sillas también eran distintas. Una casi gigante, otro de tamaño normal y una tercera que era como una trona para alguien chiquitín.

 

Sin pensárselo mucho Ricitos probó de los tres platos la sopa que, por cierto, estaba buenísima, se subió a las tres sillas y se limpió con las tres servilletas. Al final terminó rompiendo la silla chiquitita.

 

Cuando tuvo su tripita llena notó que el sueño la hacía abrir la boca. Buscó entonces el dormitorio. Pronto encontró tres camas, una grandota, otra mediana y la otra que casi parecía una cuna porque era muy pequeñita.

 

Ricitos se echó en la cama grande pero no estaba a gusto, la cama era demasiado grande.

Luego pasó a la cama mediana y tampoco se sintió a gusto. Al fin se echó en la cama pequeña y se durmió profundamente, aunque la camita terminó rompiéndose porque no aguantó el peso de Ricitos

Al rato llegó la familia dueña de la casa. Resultó ser una familia de osos formada por el oso papá, la osa mamá y la osita hija.

 

Cuando entraron en casa se asustaron mucho porque lo encontraron todo revuelto. Primero vieron la mesa con los platos de sopa medio comidos, las servilletas revueltas y la silla chiquita destrozada. El papá oso se enfadó muchísimo, la osita hija se echó a llorar y la mamá osa lo miraba todo con gran preocupación.

 

Luego pasaron al dormitorio. Primero vieron la cama grande toda revuelta, luego vieron la cama mediana, igualmente revuelta, y por fin vieron la cama pequeña … en la que dormía profundamente … Ricitos de oro.

 

Papá oso seguía enfadadísimo. Mamá osa se acercó a la niña. Y la osita hija despertó a Ricitos.

 

Cuando se despertó Ricitos se vio cómo tres osos la miraban muy cerca de su pálida carita. Muy asustada, se escabulló como pudo y viendo una ventana abierta, saltó hacia afuera y echó a correr, y a correr … hasta poder regresar a su casa.

 

 

Desde entonces Ricitos de oro no volvió a alejarse mucho de su casa, y desde luego, desde aquel día, se hizo una niña muy obediente.