Hace unos meses fue El Caleño quien bajó la persiana tras veintinueve años de servicio en el barrio asfixiado por la caída de las ventas y la reducción de la terraza; ayer fue El Lirio, un local con nueve décadas de historia, quien sirvió las últimas raciones de pescaíto frito y de sus tradicionales ‘manojitos de boquerones’ por la jubilación de sus propietarias. El cierre de estos dos emblemáticos establecimientos evidencian el futuro incierto que se cierne sobre los chiringuitos ubicados en los paseos marítimos de Pedregalejo-Las Acacias y El Palo amenazados por problemas como la falta de relevo generacional, la presión fiscal, la ausencia de servicios y de promoción turística y la carencia de aparcamientos, que disuade a los clientes; a ello se ha unido en los últimos años la crisis económica. Todo ello en dos barrios tradicionales de gran sabor marinero, donde sus chiringuitos y las viviendas en primera línea de playa –cuyo proceso de regularización está en marcha– forman parte de la estampa de la fachada litoral este de Málaga.
El modelo de chiringuitos en Pedregalejo y El Palo (negocios familiares, con una oferta muy definida y una clientela fiel) ha sido una referencia durante las últimas décadas y en el actual escenario existe la incertidumbre sobre su vigencia en el futuro ya que surgen las dudas sobre si se van a mantener o van a ser sustituidos por otro tipo de establecimientos dirigidos a un público diferente y con una oferta distinta a la tradicional. Además, los actuales chiringuitos deben acometer una renovación integral para dar respuesta a las nuevas demandas del cliente.
Aunque ha sido anunciada en varias ocasiones, los paseos marítimos de El Palo y Pedregalejo aún tienen pendiente su renovación y rehabilitación. Una situación que contrasta con la apuesta que ha habido en los últimos años para mejorar espacios similares en la zona occidental del litoral.
En este clima general, los empresarios consultados por este periódico coinciden en que la falta de relevo generacional es uno de los principales problemas que afecta a negocios que en la mayoría de los casos llevan varias décadas abiertos al público. Es lo que le ha pasado a Francis y Pepi Galdeano, la tercera generación al frente de El Lirio –fue abierto por su abuelo hace casi un siglo–, que se han jubilado. «No hay una generación que siga el negocio», relató Francis mientras preparaba el último servicio en un día de emociones encontradas.
En la misma línea, Pepi y Rafi son las dos hermanas que dirigen El Cabra, un establecimiento abierto por su padre a mediados de los años cincuenta del pasado siglo, y que se encuentran al borde de la jubilación y no hay relevo. «Somos dos hermanas con 61 y 59 años y nuestros hijos no se van a hacer cargo del negocio porque ven que es muy sacrificado y quema mucho. En unos años nos veremos en la misma situación que les ha pasado a las propietarias de El Lirio», manifestó Pepi Cabra.
En otros casos sí hay ha habido relevo pero ha sido más por las circunstancias económicas que por voluntad propia. Es el caso de José Miguel López, quien hace un par de años se puso al frente del restaurante Rompeolas debido a la crisis en la construcción en la que trabajaba como electricista.
La fiscalidad es otro de los obstáculos al que tienen que hacer frente los hosteleros. «Pagamos los mismos impuestos que en calle Larios donde hay veinte coches limpiando y aquí viene uno cada dos o tres años», sostuvo Andrés Carretero, propietario del Maricuchi. «Las tasas por las terrazas son abusivas, pagamos muchos impuestos», añadió López. En la misma línea incidió Antonio Morata:«Nos catalogaron como zona uno y la presión fiscal ha subido mucho, estamos atosigados, mientras que el movimiento de clientes no es el mismo, sino que ha bajado».
Uno de los factores que incide en la caída del número de clientes es la falta de plazas de aparcamientos en la zona. «Es un problema importante. He tenido clientes que han reservado mesa y cuando llega la hora me llaman para decirme que lo deje porque no encuentra aparcamiento», contó Carretero. «A las personas les gusta salir en su coche a comer y si no ha aparcamiento buscan otros restaurantes», agregó Morata. López apostilló que el hecho de que se haya puesto la zona azul en Echeverría del Palo ha llevado a los propietarios de la zona a aparcar en Las Acacias dejando sin plazas a los posibles clientes.
Un asunto que denuncian es la falta de promoción turística para la zona de El Palo y Pedregalejo. «Aquí se promociona el Centro y Muelle 1, que me parece bien, pero falta poner en valor una zona tan importante como es Pedregalejo, un barrio antiguo de pescadores», se quejó Carretero. «Se presume mucho del turismo, pero sin los comerciantes y hosteleros no se les podría prestar servicios; deberían cuidarnos más», apuntó López.
La falta de limpieza y de cuidado de las playas y la proliferación de pedigüeños son otros de los problemas denunciados por los empresarios. «Estamos dejados de la mano de Dios y los empresarios se están aburriendo», concluyó Pepi Cabra.