BERRINCHES

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Mientras los papás amadores, los entregados progenitores no saben que hacer con su ricura entregada al lloro y al pataleo, por salirse con la suya, en un pulso inclemente, en un órdago que se echa a voz en grito, a llanto desatado, a espectáculo que no tiene límites, en un pulso que hará arrugar a los protectores papás que ya no saben qué hacer.

A punto de ceder, aterrorizados, mamá y papá, de perder el vínculo con su retoño que ya está a un paso de . . . salirse con la suya. A poco que insista, a poco que exprima la pena de sus papaítos que ya no saben como explicárselo.

Al niño que no cede, al niño que ha montado "la mundial", envuelto en un berrinche que no lo hace feliz, precisamente, al pequeño, sumido en un berrinche que solo le hace desgraciado.

A pesar de que los papás tratan de ser tan amables, tan comprensivos, tan diletantes, tan razonables, tan complacientes, con tanto vínculo por recuperar mientras el niño "sufre como un demonio" porque le han estropeado su caprichito, porque no aguanta la mínima frustración, y necesita explotar el berrinche  al máximo para recuperar lo que el niño quería, es decir salirse con la suya, una y otra vez, porque ellos son los amos del mundo, tan lindos, tan ocurrentes, tan "joíos" cuando algo les entorpece . . . "salirse con la suya".

¡Pobres diablillos!.