Las malagueñas se emancipan dos años antes que los hombres

 Seis de cada diez jóvenes malagueños entre 18 y 34 años viven aún con sus padres, y de ellos, casi el 70% son hombres, según datos de la última Encuesta de Población Activa (EPA) y del Observatorio Joven de la Vivienda (Objovi) de 2006. No sólo hay más mujeres jóvenes emancipadas, también se independizan antes que los hombres, a los 28 años, frente a los 30 de los chicos, cifras muy similares a las medias andaluza y española. Esta tendencia no es nueva. Tradicionalmente, las mujeres se han marchado antes de casa de sus padres porque se relacionaba su independencia con el matrimonio, mientras que los hombres no se emancipaban hasta conseguir una estabilidad económica y profesional. En la actualidad, los motivos que mueven a ambos sexos a independizarse de la familia son muy similares. Entonces, ¿por qué las mujeres siguen emancipándose antes?

Hay varios factores que podrían explicar las estadísticas. Por un lado, sigue pesando la tradición y aún hoy las mujeres suelen casarse a una edad más temprana que los hombres. Esta es la tesis que defiende el catedrático de Sociología de la UNED Miguel Requena en su estudio »La familia, convivencia y dependencia entre los jóvenes españoles», publicado por la Fundación de Cajas de Ahorros (Funcas).

Mercado laboral

En segundo lugar, la masiva incorporación de la mujer al mercado laboral «le ha otorgado una independencia económica que antes no tenía», según Pilar Oriente, coordinadora provincial del Instituto Andaluz de la Mujer (IAM) en Málaga. En este punto, sin embargo, hay una pequeña contradicción. Las mujeres tienen más dificultades para incorporarse al mercado laboral y, cuando lo hacen, su salario es inferior al del hombre en términos generales.

Aunque los datos muestran una mayor disposición de la mujer por integrarse, las circunstancias no siempre se lo permiten, como demuestra la elevada tasa de paro femenino (14,06%), que duplica a la de sus homólogos masculinos, mientras que en la tasa de empleo apenas representan la mitad (un 37,88% en la mujer frente a un 63,15% en el hombre), según datos facilitados por CC. OO. La tasa de actividad femenina en Málaga aumentó el año pasado en un 10% desde 2001, un progreso muy superior a la masculina, que apenas creció un 1%, sin embargo, continúa situándose 23 puntos por debajo de la de los hombres.

La conclusión, según Pilar Oriente, es clara: «La única razón que explicaría el porqué las chicas se emancipan a edad más temprana que los jóvenes es su carácter, la mujer es mucho más decidida y le asustan menos los cambios; son más activas, más tenaces y no son tan reticentes como los hombres a aceptar trabajos por debajo de su cualificación profesional por lo que se incorporan antes al mercado laboral».

Aunque la edad media de emancipación los separa, hombres y mujeres presentan los mismos problemas a la hora de salir de casa. Ciertamente, el grado de dependencia familiar de los jóvenes se ha estabilizado durante el decenio 1996-2005, según explica Requena. Aunque las tasas de emancipación siguen creciendo respecto a la edad media de los jóvenes, en los últimos años se han dado una serie de factores que han hecho que este crecimiento sea más lento, como la positiva evolución del mercado de trabajo y la caída de los tipos de interés. Sin embargo, la carestía de la vivienda y las buenas condiciones de convivencia en el seno de los hogares siguen siendo dos buenos argumentos para seguir con los padres. De hecho, los sociólogos llevan años hablando de una crisis del «patriarcado tradicional» y una mayor participación de los jóvenes en las decisiones familiares. También existe una menor carga de trabajo y de obligaciones para los jóvenes que viven con sus padres. De hecho, sólo el 9% de ellos entrega íntegramente su salario para contribuir a la economía familiar.

Generación conflictiva

Aunque hay menos jóvenes que hace unos años viviendo con sus padres sigue habiendo un periodo especialmente conflictivo, los nacidos entre 1973 y 1978, una generación a la que le cuesta más irse de casa porque han padecido de forma prolongada las dificultades emancipatorias durante su primera juventud, a los 25 años. De ahí que muchos hayan decidido posponer su independencia.

Los expertos coinciden en que la transición de la juventud a la edad adulta está cada vez más desdibujada. Según explica Requena en su estudio, «este creciente alargamiento de la fase de la juventud tiene unas consecuencias demográficas trascendentales». Se ralentiza el ritmo de formación de nuevas unidades familiares, se retrasa la institucionalización del matrimonio y los hijos se tienen a una edad cada vez más tardía. Y suma y sigue.