Las asociaciones de vecinos coinciden en que la marcha del botellón de la plaza de la Merced ha propiciado que el fenómeno se disperse por los distritos. El enclave del Paseo de los Curas -de 12.200 metros cuadrados y sin ningún asiento donde apoyarse- no acaba de convencer a muchos jóvenes, que empiezan a buscar ahora otras alternativas. Los datos son elocuentes. Según cifras facilitadas a este periódico por el propio Consistorio, un año después de su cambio de ubicación, el número de personas que asisten a estas concentraciones ha caído nada menos que un 45%. Así, si un sábado noche cualquiera, la Merced era capaz de congregar a 3.000 jóvenes, el poder de convocatoria de su sustituto apenas moviliza a 1.800.
Preguntadas por los motivos de este acusado descenso, las organizaciones ciudadanas lo tienen claro: «No es que los jóvenes hayan dejado de consumir alcohol en la calle, sino que ahora prefieren hacerlo en otros sitios», precisan. El responsable del colectivo Cívilis, Antonio Fuentes, es tajante: «Ahora hay botellones diseminados por toda la ciudad», dice. Su opinión es compartida por el secretario de la federación Solidaridad, José Óscar López. «Los fines de semana hay grupos de adolescentes bebiendo en cualquier barrio. Ya es algo normalizado», añade.
Pequeños grupos
En los últimos meses la moda de beber en la vía pública ha calado en otras zonas de la capital. Como indican las asociaciones vecinales, el Mayorazgo, la parte alta del Limonar, el entorno del Parque Mediterráneo, los alrededores del Martín Carpena, El Palo o Palma-Palmilla son sólo algunos de los nuevos puntos del mapa urbano del botellón. Eso sí, las fuentes aclaran que la afluencia a estos enclaves es muy inferior. «Se trata de reuniones poco numerosas pero muy ruidosas, que causan muchas molestias a los vecinos y grandes destrozos en el mobiliario público», indican.
El paseo marítimo de Poniente, en su tramo más próximo a la urbanización Sacaba Beach, también se transforma cada fin de semana en un improvisado botellódromo. Cientos de jóvenes se reúnen los viernes y sábados noche en la zona de calle Pacífico para beber y organizar carreras ilegales. Durante los meses de verano, la zona de los Álamos toma el relevo. Las vistas al mar y la cercanía a los chiringuitos de moda hace que muchos asiduos a estas concentraciones se trasladen a este punto de Torremolinos.
Esta extensión del botellón a los barrios preocupa a los vecinos, que reivindican una mayor presión policial y la habilitación de un espacio alternativo para acoger estas reuniones más amplio y mejor equipado, a las afueras de la capital. «Los jóvenes no son rebaños de ovejas que podamos meter donde queramos. Hay que ofrecerles una solución que les convenza, y la del Paseo de los Curas parece que no lo ha conseguido», destaca José Óscar López, quien exige al Ayuntamiento que cuente con las agrupaciones de vecinos para atajar la situación.
Miguel Sánchez, responsable de Central Ciudadana, también aboga por crear un botellódromo más alejado de la ciudad y programar autobuses que trasladen a los jóvenes a la zona. El Ayuntamiento, de momento, no ha movido ficha, pero según ha podido saber este periódico, estudia las causas del descenso de jóvenes en el Paseo de los Curas.