Sus nuevos destinos contribuirán, aún más, si cabe, a sus respectivos enriquecimientos personales; que para algo ha de servir la experiencia que da las alturas a las que eleva nuestra raquítica democracia representativa sostenida con nuestros impuestos. Tampoco sería extraño, al tiempo, que acompañen sus respectivas despedidas con la formación de grupos de presión (por el ala derecha del partido, se entiende) dispuestos a asaltar en cuanto la ocasión lo propicie a aquellos que estratégicamente han optado por gestionar los más de diez millones de votos aplicando, como si la opinión pública no tuviese memoria, el justo medio, esto es, actuando como si representaran el centro político. Es el gran teatro del mundo, que nos recuerda a Calderón… y es que la patria es la patria hermanos, pero la “guita” y los placeres concomitantes al poder deben de dejar agradables huellas, ¿quién lo duda?
Todo ello está muy bien y mi admirado Nicolás (Maquiavelo) probablemente lo aplaudiría; pero el caso es que estoy convencido de que la ira de Saturno, y ahora también la de sus víctimas, todavía no está aplacada, porque falta uno: el presidente, el máximo responsable.
El caso es que hay síntomas que apuntan a que haga lo que haga y tire hacia donde tire el lastre que supone el plomo que lleva en sus alas (su más próximo pasado: los hilos de plastilina y especialmente el tratamiento que dio al luctuoso acontecimiento citado, entre otras hazañas) determinará su caída. Lo veremos más pronto que tarde. Mientras tanto, el alcalde de Madrid observa como el niño sátiro de Tiziano y la tal Esperanza afila su estoque de descabellar atenta también a las oportunidades de la diosa Fortuna.
Y nosotros los ciudadanos en la higuera, “los que hay que tienen un sino…”
Fdo.: Antonio Caparrós Vida