Ahí ya fue la cantaora brillante que ella acostumbra a ser. A partir, en cualquier caso, de las malagueñas ganó entidad su cante, al que dio vibración y potencia, sin olvidarse cuando llegaba el momento oportuno de los registros bajos. Sus siguiriyas fueron de una gran enjundia flamenca. Siguió por sevillanas y por fandangos de Huelva, dicho todo con una enorme flamencura. Mucho homenaje a la Niña de los Peines, por la que Estrella siente veneración que reflejó en un disco. Hizo también ese pregón pastoril que hacía tiempo no le escuchábamos, y que es una joya a palo seco.
Ya en la parte final del concierto entró en otra serie de cosas entre las que quizás se hallaba lo mejor de la noche. Volver, por ejemplo, que no es flamenco, pero que desde que lo cantó para la película de Almodóvar es tema obligado en sus recitales. Lo hace cada vez con mayor garra, rabiosamente en ocasiones, admirablemente siempre.
Al final no debió sacar como invitado a Pollito de California. Ni él tiene categoría para estar en un acontecimiento como el de Estrella, ni ella lo necesita. No ob
ÁNGEL ÁLVAREZ CABALLERO – Madrid – 25/05/2008