JOSÉ VICENTE RODRÍGUEZ. MÁLAGA Las aguas malagueñas, bastante libres de contaminación y con una temperatura algo fría pero en los cánones de la calidez mediterránea (14-15 grados en enero y febrero), representan un escenario ideal para el negocio de las granjas marinas, un verdadero vivero de especies como la lubina, la dorada, el mejillón o la corvina. Hasta ahora, y en comparación con otras zonas, la acuicultura ha supuesto un negocio de cifras modestas -en 2007 la producción de las cinco granjas marinas que jalonan la costa malagueña ascendió a 860 toneladas, con un valor de producción de 2,6 millones de euros- pero la situación parece próxima a cambiar.
Gran parte de culpa la tiene el cultivo del mejillón, cuyas bateas de cría encuentran en la costa malagueña unas condiciones óptimas de fertilización. El pasado año se produjeron 500 toneladas, el 66% de la producción andaluza, a cargo de dos empresas situadas en Marbella y Torre del Mar (Vélez). Los planes para los próximos tres años hablan de inversiones por valor de 12 millones de euros en 8 nuevas concesiones, con lo que se crearán casi 200 puestos de trabajo y se multiplicará por once la producción anual, que llegará a las 5.800 toneladas de mejillón. Estepona, Benalmádena, Fuengirola y Vélez tienen cada una dos proyectos en tramitación.
El panorama se completa con la dorada y la lubina, dos especies que generan 300 toneladas anuales y cuyo precio en el mercado es bastante más elevado que el del mejillón, ya sea con destino el mercado doméstico o a los restaurantes de la Costa del Sol.
"Hace unos años, la acuicultura era cosa de unos cuantos biólogos y empresarios iluminados. Esa fase romántica se acabó, y ahora hablamos de una industria con mucho potencial, y que puede servir también de refugio a mucha gente venida de la pesca", afirma José Juan Nogales, vicepresidente de la Asociación de Empresas de Acuicultura Marina de Andalucía (Asema).
El caso es que instalar una granja marina no es barato, puede salir por entre 3 y 5 millones de euros si se contabilizan las jaulas o bateas -ya hablemos de peces o de moluscos-, las redes, el personal y el mantenimiento de las instalaciones. Luego está, claro, el pienso con el que alimentar y por supuesto los alevines, que tardarán unos 15 meses en alcanzar su tamaño de comercialización.
Lubinas frente a El Palo. Un caso paradigmático es la instalación de 12 jaulas de lubina que la empresa Cultivos del Ponto, del Grupo Culmarex, tiene instaladas a casi 2 kilómetros de la costa de Málaga, frente a El Palo. Su portavoz, Tomás Hernández, recuerda que la remesa de 300.000 alevines que pueblan cada jaula puede tener un coste de unos 100.000 euros, y otro tanto se gasta en alimentarlos hasta su comercialización. "Por cada kilo de engorde hay que invertir dos de pienso. Ahora en verano comen incluso más, ya que el metabolismo de los peces, al contario que los animales, pide más alimento cuando las temperaturas son más altas. La inversión, sin embargo, es necesaria, ya que es en verano cuando las lubinas engordan más".
Hernández afirma que las aguas de Málaga, por estar tan cercanas al Estrecho y no ser tan cálidas como las del resto del Mediterráneo, son ideales para la lubina, un pez muy apreciado por la restauración. De hecho, la ´lubina real´ e ´imperial´, en la que se emplean dos años para un mayor engorde, es uno de los productos más demandados por los restaurantes. Para Hernández, la acuicultura es la respuesta a la creciente escasez de recursos en los océanos. Y es la hora de que Málaga se suba a este carro.