La tumba de otras rosas

PEDRO ESPINOSA 07/09/2008En una madrugada de finales de verano de 1936 metieron a las 15 en una furgoneta. El camión de la muerte recorrió unos diez kilómetros hasta alcanzar una curva en la carretera de Ronda. Las bajaron y las obligaron a recorrer a pie 500 metros más. Muchas se tambaleaban y tenían que apoyarse las unas en las otras. Ya estaba listo un agujero para ellas. Un hueco en la tierra que sirvió para enterrarlas y que hace tres semanas, 72 años después del horror, ha vuelto a abrirse.

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Tenían entre 20 y 30 años. Al morir, cuatro de ellas se encontraban en avanzado estado de gestación

Un adolescente, al que se le ordenó excavar la fosa destinada a las mujeres, terminó muerto también en ella

La historia de estas mujeres ha sobrevivido al miedo y al silencio que han imperado mucho tiempo en Grazalema. Una investigación que comenzó en 2006 y ha durado dos años ha permitido localizar la fosa, abrirla y extraer los huesos que testimonian una macabra agonía. El siguiente paso ha sido publicar los nombres y apellidos: Salud Alberto Zarzuela, Catalina Alcaraz, Cristina Carillo Franco, Teresa Castro Ramírez, Ana Fernández Ramírez, Isabel Gómez, Josefa Gómez, Lolita Gómez, Teresa Menacho, María Nogales Castro, Antonia Pérez Vega, Maria Rincón Barea, Jerónima Rincón Barea, Isabel Román Montes y Natividad Vilchez.

Las identidades han sido reveladas por las autoridades locales con la esperanza de que sus familiares se pongan en contacto con ellas para reclamar sus cuerpos y poder organizar así un homenaje. También para completar sus historias. La fosa de Grazalema se ha abierto sin que medie ninguna petición familiar, algo inusual. Han sido las administraciones, fundamentalmente el Ayuntamiento de Grazalema y la Diputación de Cádiz, con los colectivos de la memoria histórica, los que han impulsado esta excavación.

Las mujeres tenían entre 20 y 30 años cuando fueron asesinadas. Cuatro de ellas se encontraban en avanzado estado de gestación. Isabel y Josefa eran hermanas. Lolita era sobrina de ambas. María y Jerónima, también hermanas. Las demás no tenían relaciones familiares directas, pero se conocían. Eran campesinas, obreras de la tierra y del ganado. Ninguna estaba afiliada a ningún partido político, no tenían actividad pública. Entonces, ¿por qué las mataron?

Para responder a esa pregunta, el concejal socialista Joaquín Ramón Gómez, responsable de coordinar esta investigación, recuerda la presencia en la zona de dirigentes como Fernando Zamacola o el cabo Juan Badillo Cano, que se distinguieron por su dureza y crueldad. "Badillo fue condenado en consejo de guerra por las atrocidades que llegó a cometer", recuerda Gómez. Los historiadores Fernando Romero y Francisco Espinosa han relatado las vivencias de los dos militares en la sierra gaditana, donde dejaron un reguero de sangre.

Grazalema, con 4.000 habitantes al comienzo de la Guerra Civil, era uno de los pueblos más importantes de la sierra de Cádiz. Sufrió una represión más intensa que otras zonas cercanas. Una de las razones, según Romero, fue la fuerte resistencia que encontró el bando franquista. "Los republicanos ocasionaron 19 muertes y eso no se olvidó", detalla el investigador. Según relata, Grazalema fue ocupada finalmente por los franquistas el 15 de septiembre de 1936. Una primera fiebre de fusilamientos y asesinatos dejó decenas de muertos: fue la etapa más dura. Después, ya con resoluciones de consejos de guerra en la mano, cayeron 59 republicanos más.

Muchos hombres, los más activos políticamente, escaparon hacia Málaga. Cecilio Gordillo, de CGT, recuerda que en las grandes ciudades, las mujeres perseguidas sí tenían un destacado papel político. Les ocurrió a las jóvenes asesinadas en el Madrid del 39, las conocidas como las 13 rosas. "En los pueblos se las mató por ser novias, esposas, hijas o hermanas", explica. Ellos huían, ellas pagaban. "Si no hemos podido cogerle a él, sufrirás tú", solían decirles.

Fernando Romero añade otro dato escalofriante. En realidad, las 15 mujeres de la fosa de Grazalema no han fallecido oficialmente. Nunca se inscribió su defunción en un registro civil. En el pueblo de Grazalema hubo esos años 150 muertes, según un informe del Ayuntamiento de 1940, pero sólo 30 estaban inscritas en el registro civil. Las otras se añadieron por intuición. Se agregaban los nombres de los hombres con hijos que habían quedado huérfanos, pero sólo se hacía lo mismo con la madre si el padre también había muerto. "Por eso, muchas mujeres quedaron olvidadas", explica el historiador.

A ellas se les rapaba el pelo, les daban purgantes para avergonzarlas, las paseaban sin ropa en carretas tiradas por burros. El informe forense adelanta que las 15 mujeres de Grazalema fueron torturadas con atrocidad, hasta que murieron junto a la fosa que les estaba destinada. No hubo tiro de gracia, según la investigación. También fue asesinado un adolescente de no más de 14 años, el nieto de La Bizarra, una conocida mujer del pueblo, al que se le ordenó excavar un agujero que, sin saberlo, se terminaría convirtiendo en su tumba.

Grazalema alberga otras siete fosas ya localizadas, con más de 250 cuerpos. No hay papeles que hablen de ellas. No hay registros civiles ni archivos parroquiales. Las señalan los relatos orales de los vecinos, y también marcas que dejaron personas que no querían que se olvidara a los muertos. Plantaron pinsapos, pintaron piedras, colocaron cruces con rocas, como en la fosa de las mujeres.

Muchos escenarios del horror se confunden ahora con los atractivos turísticos de la serranía gaditana. El acantilado de Grazalema es ahora un mirador, pero durante los peores años sirvió para arrojar a los muertos. Los refuerzos de cemento han tapado los agujeros de bala de la plaza de toros de la pedanía de Benamahoma, lugar de numerosos fusilamientos. Un muro blanco en el cementerio viejo impide ver los cinco estratos con huesos de los que fueron cubiertos con cal viva.

En la principal plaza de Benamahoma, un cartel prohíbe ahora jugar a la pelota, pero por allí cruzaron las balas durante la guerra. Así lo recuerda Pedro Román. "El tiroteo lo tengo aquí metido como si fuera hoy", dice, mientras se señala a la cabeza. Entonces tenía 6 años. Su compañero de banco, Aldamacio Rodríguez, tampoco los ha podido olvidar, porque uno de esos disparos se llevó a su madre. "Ni era republicana ni nada. Cogían a los que veían en la calle". Fue enterrada en el municipio vecino de El Bosque. La localizaron en una fosa abierta hace dos años y que permitió organizar el primer entierro en esta comarca de víctimas de la Guerra Civil. Una placa en el cementerio de Benamahoma recuerda a los 17 fusilados cuyos restos se recuperaron.

Grazalema quiere rendir un homenaje similar a las 15 mujeres y al adolescente. Se hará con los familiares. Ellos concretarán cómo quieren que sea la despedida. Un adiós, tantos años después