JOAQUÍN MARÍN D. MÁLAGA Los censos de población y el padrón no dan lugar a equívocos ni errores de interpretación. La provincia de Málaga crece a un ritmo demográfico de casi 40.000 nuevos habitantes cada año, o lo que es lo mismo, cada doce meses incorpora tanta población como la que tiene el municipio de Ronda. El gran desarrollo económico vivido en la última década, apoyado sobre todo en el ´boom´ de la construcción y también en la industria turística, es el causante de este crecimiento sostenido, el mayor de Andalucía con mucha diferencia.
Según los datos disponibles del Instituto Nacional de Estadística (INE), entre 2001 y 2007, es decir, desde que empezó a explotar el casi inabarcable negocio inmobiliario, hasta el año pasado, cuando comenzó la cuesta abajo que nos tiene inmersos en la crisis financiera actual, la provincia de Málaga sumó la nada despreciable cifra de 230.506 nuevos habitantes.
Cualquier dato demográfico carece de validez ni no se establecen comparaciones con territorios anexos; en Andalucía, la segunda provincia en crecimiento en el mismo periodo ha sido Sevilla, con 121.655 nuevos residentes. La mitad menos. El poderío económico de Málaga ha sido incuestionable hasta la actualidad gracias a la actividad inmobiliaria y, por supuesto, al turismo, cuya vertiente residencial no se puede obviar: a finales del año pasado, casi el 20% de los habitantes de la provincia habían nacido en el extranjero. Muchos de ellos, sin duda, atraídos por la construcción, pero otros tantos, tal vez la mayoría, con casas en propiedad para disfrutar del sol y el golf. Un buen número, por cierto, de nacionalidad británica.
Queda ahora la incógnita de qué pasará con esta progresión, que se ha mantenido sostenida durante dos lustros. Por el momento, debido a la crisis, empieza a observarse un descenso en el número de inmigrantes que llegaron al calor de un empleo sólido y bien remunerado -entonces lo era- en la obra. Pero no se puede soslayar, según conclusiones de un reciente estudio demográfico de la fundación BBVA, que la potencialidad de Málaga está más basada en el sector servicios que en la construcción. Y en esta ecuación queda también el censo de personas nacidas en la provincia, que aunque no tiene una alta tasa de natalidad, sí suma. Y es que la inmigración en Málaga no se produce tanto por motivos económicos como residenciales, aspecto que puede amortiguar la previsible caída de los incrementos anuales de población. En cualquier caso, parece evidente que continuará a la cabeza de crecimiento de residentes en Andalucía debido a esta particular característica, que además no se repite en ninguna otra provincia.
Demandas. El mercado de viviendas en la provincia de Málaga ha evolucionado -en cifras- a un ritmo de 40.000 unidades visadas al año hasta que ha llegado la crisis y el frenazo ha sido prácticamente total. Sin ir más lejos, la Cámara de Comercio prevé en los próximos dos o tres meses un "paro absoluto" en el sector, según recientes declaraciones de su presidente, Jerónimo Pérez Casero. Este volumen de producto residencial coincide con la progresión demográfica, ya que al lógico incremento de la población autóctona se suma la demanda de segunda vivienda por parte de los turistas y la subida de las ventas para los inmigrantes que llegaron en el ´boom´ inmobiliario.
Si la comparación de crecimiento anual de población se extiende, más allá de Sevilla, a otras provincias andaluzas, la perspectiva dibuja unos datos sorprendentes. Desde 2000, Jaén, por ejemplo, ha crecido en 20.922 personas; Huelva, en 35.092, Granada, en 62.439, y Almería, en 110.000, aproximadamente.