Michel Rennes es muy querido en su barrio, El Palo. Su abuelo, francés, llegó a Málaga como ingeniero jefe de Material y Tracción de los Ferrocariles Andaluces. «Estaba en el Palacio de la Tinta», recuerda. Su padre nació aquí, pero con el tiempo, volvieron a la madre patria. Pero tanto amaba esta familia esta tierra, que volvía todos los veranos a disfrutar de sus gentes y de sus playas. Y ahí fue cuando Michel conoció a su mujer, una paleña. Y desde entonces, su vida está ligada a este popular rincón, que ha inmortalizado en numerosas ocasiones tras el objetivo de su cámara.
Y ayer fue una vez más el protagonista de su barrio. Una exposición sobre sus pescadores, sus calles y sus playas, se inauguró ayer junto a la presentación de su libro »Huellas malagueñas». «Yo no pensaba escribir un libro, qué difícil; pero cuando le preguntaba a los pescadores quiénes eran y qué hacían y me veían con la libreta, me decían: ¿va usted a escribir un libro? Y tanto me lo comentaron, que me animé. Mi exposición es un homenaje a la gente de la mar, una gente humilde y trabajadora, que realiza un trabajo muy duro», dice en pequeñas ráfagas, ya que un buen número de paleños le reclama que le firme su libro en una cola improvisada.
Admiración
Más de 200 personas se congregaron ayer en el centro de servicios sociales de la barriada para dar cumplida cuenta a este francés de que su trabajo es admirado. Al lado, mirando la foto de un marengo, está Francisca García. «Mi padre», dice embriagada por la emoción. Juan García Sánchez »El Mengarra» aparece al lado de su jábega »María Josefa». Francisca se recompone y añade: «Todas las exposiciones que haga Michel venimos a verlas; primero, porque sale mi padre, y segundo, porque en este centro, aquí (y toca con su pie el suelo) nacimos nosotros en lo que era una casa de vecinos», subraya.
Un pequeño recorrido también alza como protagonistas al »Manga rota» o »Juanillo »El Manco», que formaba parte de la embarcación »Josefa, o los calafates, que arreglaban los barcos, o el hijo del Lolo. Salen todos.
«Descalzos sobre las piedras redondas, planas o puntiagudas, no les resultaba fácil dar dos pasos adelante y uno atrás cuando el peso de la red y el oleaje dirigía el baile», cuenta Michel en su libro acerca del arte de sacar el copo (una red que se echaba de noche en el mar y se recogía de día tirando hacia la playa). Impresionantes atardeceres, los niños en la playa, la venta de pescado o la vida de estas familias retrata a la perfección un barrio que Michel ha hecho suyo a lo largo de todos estos años. Un barrio que ayer le devolvía tanto cariño en saludos. En abrazos
Fuente: Diario Sur.