Paellas, calamares, espetos de sardinas, ensaladas, gambas, boquerones y hasta berenjenas con miel de caña son algunas de las raciones que los dependientes de El Tintero, situado en una playa de El Palo, ofrecen a todo pulmón mientras recorren el lugar de punta a punta buscando algún comprador.
"¡Berenjeeeenas, las bereee!", grita un camarero que sale de la cocina con el brazo derecho lleno de platos mientras otro compañero, libreta en mano, va de aquí para allá vociferando sin parar: "¡Oiga: y yo… cobro!".
Tampoco existen facturas en este local, en el que el cobrador se limita a contar los platos y las bebidas que hay en cada mesa y multiplica su importe para escribirlo en el mantel de papel sobre el que se ha comido.
El Tintero no siempre funcionó como ahora, "hace muchos años, la gente escondía los platos bajo la arena para no pagar", recuerda el propietario del chiringuito, Eduardo de la Torre, y aunque hoy en día hay quien intenta pasarlos a otra mesa para no pagar la ración, la situación está controlada, "porque nosotros nos cuidamos de llevar la cuenta de cada uno", pone de manifiesto.
"Este sistema lo ideé hace más de veinte años y creo que es único en España y Europa", asegura el dueño del negocio, quien recuerda que una vez un empresario lo visitó con el fin de montar un negocio similar en Valencia que al final no prosperó. De la Torre heredó el restaurante de su abuelo, quien lo abrió en 1966, y comenzó a utilizar el sistema de subasta de los platos casi por casualidad, cuando estaba trabajando junto a su madre.
"Como ella era una persona nerviosa y fuerte, siempre le decía: »mamá, tú fríe lo que puedas que yo lo vendo» y fue cuando se me ocurrió vocear y pasarle los platos a los clientes para después mirar cuántos había en cada mesa y cobrar", cuenta. La fórmula gustó y el restaurante comenzó a crecer hasta hoy en día.
El Tintero tiene en temporada alta unos 80 trabajadores y vende entre 1.000 y 1.500 kilos de pescado en un fin de semana cualquiera de verano. El local tiene capacidad para 800 clientes y cuenta con dos salones interiores, además de una gran carpa que queda frente a la playa de El Dedo.
Aunque De la Torre admite que los turistas son quienes "más disfrutan" de este original sistema, a los malagueños también "les resulta muy atractivo", añade.
Fuente: Malaga Hoy