el cementerio de El Palo es la única excepción a Parcemasa en la ciudad. Los demás están clausurados o folclorizados. Un testigo de otra época que confirma la antigua singularidad del barrio. Frente a la nueva sede funeraria creada en los años 80, con toda su carga de modernidad de esos años, el de El Palo se ha quedado como un pequeño recinto mucho más parecido a un cementerio popular rural. Conserva un cierto aire de esa estética andaluza que, si no es fuera de estos lugares, difícilmente son otra cosa que costosos productos kitsch. Un pequeño paisaje enjalbegado donde predomina la cal, la pequeña obra familiar, al que se han ido incorporando los inevitables mármoles, letras doradas, floreros de piedra y flores de plástico.
a medio camino entre las innovaciones kitsch y la incontinencia merdellona, al cementerio de El Palo le ha salido una excrecencia en forma de edificio anexo superlativo. Se sabe, desde los griegos por lo menos, que es muy difícil conocer todo lo que causa las decisiones de los humanos. Pero es que esta decisión es demasiado humana. Como tantas otras veces en Málaga, hay que preguntarse si es que no había nadie por ahí con esa indispensable lucidez que combina la responsabilidad, la autoridad y el sentido común para decir: “ni hablar”.
puede observarse en las fotografías que se han respetado las alturas del cementerio. El extenso muro sur encalado que recorre el edificio se prolonga hacia el oeste en una, por así decir, novedosa incorporación de mármol. Sin embargo, el nuevo anexo resulta completamente desproporcionado. Aun más si se comparan su fachada con la antigua, que el tanatorio se come no sólo en tamaño, además la deja fuera de luz. Aquejado de una espectacularidad inoportuna, el nuevo ‘Tanatorio Parcemasa’ rompe con las líneas discretas y reverencialmente tradicionales de ese pequeño cementerio de barrio casi rural. Ostentoso como si fuese el panteón familiar de cualquiera de esas familias a las que nadie en su sano juicio desea pertenecer –salvo quienes han perpetrado esta obra-, su fábrica parece destinada a ensombrecer el resto de la instalación, esa que ha pervivido en un barrio suficientemente castigado por las habituales decisiones urbanísticas atolondradas o interesadas tan características de Málaga, además de otras iniciativas populares de gusto más bien atroz.
el resultado es un edificio brutalmente vulgar. Quiebra de color, de material, de estética, de todo lo esencial de lo que, sin necesidad de ser especialista, cualquier ojo humano ve: este tanatorio es un horror. Este cementerio basaba su presencia en la línea y la lisura; con sólo la excepción de una ligera ornamentación en la fachada y el portón metálico en el arco de entrada. La nueva construcción incorpora evocaciones del partenón de Atenas, de estación de tren, del mausoleo de Lenin, del minimalismo costa oeste y de esas fachadas cubiertas de gres o de azulejos tan próximas.
quizás su último desprecio al barrio reside en su rotulación. ‘Tanatorio Parcemasa’ proclama acompañado del escudo municipal en letras corpóreas metálicas doradas en dos paredes, la que da al interior y la que da a la carretera; seguro que esta última era indispensable. Podría haberse llamado ‘Tanatorio de El Palo’, algo más ajustado a sus fines. La idea de que eso sea un tanatorio de Parcemasa hace sospechar una cierta intención colonial, como si se quisiera convertir el viejo cementerio en un anexo del otro, una especie de apéndice inevitable, pero a fin de cuentas supeditado. Pasando por alto definitivamente que este cementerio de El Palo, como todos, es un patrimonio físico y cultural del barrio. Su dirección puede ser municipal, pero su existencia forma parte de una articulación social, viva, muy anterior a la de esas empresas públicas municipales que equiparan la gestión de la memoria de los muertos con la de los teatros o los aparcamientos.
Fuente: El Observador