Del arroyo Jaboneros a un techo en Valencia

Ha tenido que hacerse una lista con los nombres y los números de teléfonos de las personas que le han llamado para darle un techo donde vivir. Desde que los medios airearon su historia, desde que su chabola bajo el puente se convirtió en pasto de las excavadoras, Antonio Díaz asegura haber tenido siete propuestas de alojamiento: «Se ve que la gente me aprecia», dice.
Antonio no ha parado de recibir llamadas desde que su caso salió a la luz. Repartió 'tarjetas' con su teléfono a los periodistas que lo entrevistaron y que filmaron la vivienda que se había construido bajo el viaducto del arroyo Jaboneros, que marca la frontera imaginaria entre las barriadas de El Palo y Pedregalejo. Ahora, ese papelito con su número de móvil se ha convertido en su principal aliado para encontrar casa.
No en vano, los medios de comunicación han servido para canalizar las ofertas, que incluyen alojamiento y, en algún caso, manutención. Ciudadanos que han leído o han escuchado su historia -destapada por SUR- y han pensado que podían hacer algo para echar una mano. Le han llegado propuestas de distintos puntos del país. «Tengo tres aquí -en Málaga-, una en Vigo, Barcelona, Sevilla y Valencia», enumera orgulloso este jiennense de 67 años que, tras múltiples piruetas de la vida, decidió instalarse en el arroyo al que su padre lo llevaba a pasear cuando era pequeño.
Con objetos que encontró en la basura, Antonio levantó una casa de tres habitaciones bajo el puente de la avenida Salvador Allende. Él mismo la definió como su «pequeño chalecito». Construyó un dique con piedras para contener el agua y una salida de emergencia en caso de avenida, pero aun así tuvo que ser desalojado por el peligro para su vida y para la estructura del viaducto si se producía una crecida del arroyo. Varias máquinas excavadoras derribaron su morada y lo obligaron a marcharse. «Ni bajo un puente le dejan a uno vivir», declaró tras ser desalojado (ver SUR, edición del 17 de diciembre).
Un nuevo refugio
Aquel día comenzó la búsqueda, una más, de un nuevo refugio. Y empezaron las llamadas. «Me han ofrecido de todo: un pisito para vivir yo solo, una habitación… Pero ya he tomado una decisión. Me voy a Valencia», afirma tajante. Antonio asegura que ha aceptado la propuesta de una mujer de 64 años, viuda, que le da alojamiento en su casa. «Es una mujer muy agradable y simpática. Yo pienso que solo hablando con las personas se ve de qué pie cojean, y ella es la que más me ha gustado», confiesa.
Hasta ahora han hablado en tres ocasiones, aunque dice que tomó la decisión tras la primera conversación con ella. «Me dijo que me ofrecía su casa, que íbamos a estar muy bien los dos. Ella vive cerca de Valencia, junto a la playa. Tiene una vivienda muy grande para ella sola, con una pequeña huertecilla, así que no nos va a faltar de nada».
El cambio de ciudad tampoco es un obstáculo para él. «Conozco Valencia, y me gusta. No sé cómo me adaptaré a vivir allí, yo creo que bien. A mí me da igual el lugar. ¿Por qué no voy a estar bien en Valencia? Si también es España…», añade.
Con la decisión ya tomada, agota sus últimos días en Málaga. Una asociación benéfica le ha dado techo y comida mientras tanto. Un techo donde pasar la Navidad. Planea coger un tren el próximo día 28 con destino a Valencia. A una vida más confortable que el raso de la calle
 
Fuente: Diario Sur.