«Pero ahora no hay arreglo que valga, la furgoneta se nos jubila y sin ella no podemos seguir adelante», resume Guía Tienda, vicepresidenta de la asociación de Amigos Malagueños de Familias de Rehabilitados y Marginados (Amfremar), la ONG más grande del Palo.
Para calibrar el estado del vehículo, nada más que un detalle: hace poco unos vándalos le rompieron un cristal y tuvo que ser sustituido por una madera, ante la falta de dinero.
Por eso, tanto la vicepresidenta como la secretaria de la ONG, Rosana Fernández, hacen un llamamiento a los malagueños para conseguir una furgoneta. «Hay negocios que por desgracia han cerrado y a lo mejor tienen una furgoneta, da igual que sea de segunda mano o prestada, lo único que necesitamos es que tenga ruedas y que ande», resalta Guía Tienda.
A pesar de las dificultades económicas, pues Amfremar no recibe ningún tipo de ayuda oficial, la ONG sigue creciendo para tratar de atender al mayor número de personas con necesidades.
Además del comedor social, cuenta con una casa de acogida para hombres con diez camas y un turno de duchas. Pero más novedades han llegado en los últimos meses como una casa de acogida para mujeres con problemas. Se trata de una pequeña vivienda con dos habitaciones y cuatro camas, gracias a la que también han podido poner en marcha un servicio de lavandería también para la casa de acogida de hombres.
«Antes les lavábamos las sábanas pero la ropa no, y era un contrasentido pedirles higiene para no provocar rechazo social si luego su ropa no se lavaba», explica Guía Tienda. Con la nueva lavadora, ahora son los hombres, en su mayoría indigentes, los que tienen un turno de lavado y además han comenzado a limpiar su casa.
Uno de los hombres que utiliza el centro de acogida es Leo, un lituano de 51 años que habla ocho idiomas y que durante la época de bonanza era capaz de construir por encargo, él solo, una casa. «Como entonces no hablaba español, me enseñaban una foto o un dibujo y yo la hacía». Con la llegada de la crisis vendió su coche y pudo tirar con ese dinero un año, hasta que se vio en la calle y en verano dormía en la playa mientras en invierno lo hacía en una nave industrial vacía.
Ahora, con ropa limpia, cama y comida, espera un futuro mejor.
El rastrillo
El cuarto local de Amfremar –en total tiene que afrontar unos alquileres que superan los 2.000 euros– es el dedicado al rastrillo, una tienda a precios populares con la que tratan de reducir los gastos mensuales. «Lo de las donaciones es increíble, la gente se ha volcado y le ha venido muy bien al barrio porque aquí acuden personas que no podían comprar en tiendas normales». Televisores a 20 euros, maletas a 5, muebles a 15 euros… sin duda lo que más emocionó a la vicepresidenta de Amfremar fue la compra de un somier por un hombre que llevaba año y medio durmiendo en la calle: «Quiso ser él quien pagara y vino a por su somier con cinco euros».
Ahora, la obra de Amfremar podría quedar interrumpida en su faceta más necesaria si no llega la esperada furgoneta.
Fuente: La Opinión de Málaga