Una salida profesional «cañera»

¿Tiene salida un curso de espetador en plena crisis? Fernando Gutiérrez, el responsable de Amfremar, destaca que «todos los años la mitad de los alumnos salen colocados y muchos dan las gracias porque por medio de este curso han podido pagar los alquileres de todo el año».
La crisis no ha podido con la demanda de una profesión que, aunque se limita a los meses de verano, ofrece sueldos de entre 80 y 100 euros al día.

Claro que los inicios del curso fueron distintos. «Hace siete años no existía esta crisis, muchos inmigrantes no se podían colocar en las carreras que tenían y nadie quería un trabajo tan duro frente al fuego en julio y agosto».
En la actualidad, además de inmigrantes también hay españoles que han perdido el empleo.

El curso consta de una parte teórica y otra práctica, en la que los alumnos aprenden a hacer espetos de sardinas pero también a asar a la caña jureles, besugos y herreras. Además, los alumnos reciben un curso de manipulador de alimentos y un certificado del laboratorio Gallardo Fortes.
El pescado lo compra Amfremar en Mercamálaga con la colaboración del distrito Este y una vez que está listo, lo degusta cada día una asociación invitada, como la de Familias contra la Droga o el grupo de mayores Virgen de la Milagrosa.

«Los alumnos se portan bien, hacer espetos tiene su truco pero no es complicado», resume Manuel Galiana, el profesor, que es espetador de la Peña Barcelonista del Palo, institución que presta su chiringuito de espetos para el curso.

Entre esos trucos, la leña más aconsejable es la de olivo, que tarda más tiempo en consumirse; la plataforma de espetos debe girar a favor del viento para que no salgan sardinas ahumadas y lo más importante: al espetar las sardinas la caña debe pasar justo por debajo de la espina para que el pescado aguante y no se caiga.

El senegalés Amadou Ba Kamara, de 36 años, lleva casi cinco años en España y es uno de los alumnos del curso. «Trabajaba en una fábrica en Córdoba pero cerró y voy buscándome la vida», dice. Amadou, que vive cerca de la playa, asegura estar acostumbrado al arte de hacer espetos y ve el curso como una gran oportunidad. «Siempre hay esperanza, me encanta esto y de hecho ya estoy buscando trabajo», asegura, al tiempo que subraya la importancia del curso de manipulador de alimentos.

La misma importancia le da Lola Blanco, una cacereña de 34 años que está en paro y que colabora en el rastrillo de Amfremar. «Son casi de mi familia», asegura. Lola hizo el curso el año pasado pero al celebrarse en julio, «ya estaban hechas las plantillas». Ahora confía en encontrar trabajo de espetadora, algo que ya ha incorporado a su currículum. «El curso te abre puentes y es muy interesante», cuenta.
Fernando Gutiérrez, católico, asegura que cada vez que tiene una idea de este tipo «la consulto con el Jefe y si escucho la palabra adelante, empiezo y los medios ya vendrán».

Fuente: La Opinión de Málaga