Si usted es mujer de este tiempo (siglo XXI), vive en este espacio (Málaga) y suele conducir un automóvil, le damos la enhorabuena. Lo digo porque, según podemos leer en la prensa nacional e internacional, en este mismo tiempo (siglo XXI), pero en otros espacios (Arabía Saudí, por ejemplo) usted recibiría diez latigazos por llevar a cabo esa acción (conducir un automóvil). De modo que ¡aleluya! Dé usted gracias al Altísimo, si acaso existiera, porque su madre la haya parido a este lado del orbe.
El asunto es que uno, tal vez por el hecho de vivir últimamente entre tanta amenaza apocalíptica de naturaleza económica, se olvida de las otras: las fundamentalistas, las de carácter político-religioso que conviven en este tiempo, pero en otros espacios (al menos con más eficacia y contundencia que aquí, por el momento) y que convierten a las personas en súbditos de un rey (figura anacrónica que también convive entre algunos de nosotros, los occidentales, si bien como residuo de otro tiempo) y no en ciudadanos; que valoran más la esclavitud y la dependencia jerárquica de unos hombres (utilizo el concepto en sentido específico: hombre-mujer) sobre otros que la autonomía, la libertad, la independencia y la dignidad de los mismos como individuos, como personas.
¡Ay, la “primavera árabe”! ¡Cuánta bonanza potencial podría llevar a los espacios que en este tiempo sobrevuela el oscurantismo, la superstición y las terribles tiranías!
Qué pena que nuestro viejo Averroes, de otro espacio (Córdoba) y de otro tiempo (siglo XII d. de C.) no pudiera hacer prevalecer su luz (la Filosofía, la lógica, la ciencia, la razón) en aquella bruma que aún perdura (incluso entre nosotros: Rouco, Ratzinger, etc.) y que hace posible que un juez castigue a diez latigazos a una mujer por violar una prohibición: conducir un automóvil.
Antonio Caparrós Vida