Pepe, al final del encuentro, se besa el escudo ante la afición del Barça.– PIERRE-PHILIPPE MARCOU (AFP)
BARCELONA, 2 – MADRID, 2
Barcelona: Pinto; Alves, Puyol, Piqué, Abidal; Xavi, Busquets, Iniesta (Pedro, m. 29); Messi, Cesc (Thiago, m. 70) y Alexis (Mascherano, m. 79). No utilizados: Valdés; Adriano, Dos Santos y Cuenca.
Real Madrid: Casillas; Arbeloa, Sergio Ramos, Pepe, Coentrão; Xabi Alonso, Lass (Granero, m. 52); Özil, Kaká (Callejón, m. 61), Cristiano Ronaldo; e Higuaín (Benzema, m. 61). No utilizados: Adán; Carvalho, Marcelo y Albiol.
Goles: 1-0. M. 43. Pedro. 2-0. M. 45. Alves. 2-1. M. 68. Cristiano Ronaldo. 2-2. M. 72. Benzema.
Árbitro: Fernando Teixeira. Expulsó a Sergio Ramos por doble amonestación (m. 88). Mostró tarjeta amarilla a Lass, Messi, Casillas, Ronaldo, Granero, Coentrão, Puyol y Pepe.
Camp Nou. 95.486 espectadores. Se guardó un minuto de silencio en memoria del exjugador del Barça, Juan Carlos.
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Ocurrió que anoche, durante un buen rato, el Madrid se pareció tanto al mejor Barcelona como el Barça al peor Real. Los papeles se intercambiaron y, sin embargo, el resultado cayó nuevamente del bando azulgrana, más efectivo y afortunado, favorecido casi siempre en las muchas jugadas dudosas. Teixeira pitó mal para los dos equipos, y sobre todo para el Madrid. Ambos compitieron de forma temible porque, de alguna manera, ninguno tenía nada que perder: el Madrid porque ya lo había perdido todo y el Barça porque entendió malamente que lo que tiene lo tendrá para siempre.
Al Barça le convenía un partido tranquilo, como si no conociera a Pepe, ni supiera nada de Mourinho, ni mucho menos se hubiera jugado la ida en el Bernabéu. No quería mirar al marcador ni especular con el gol de ventaja de Madrid. Apelaba al control emocional ante una hinchada irritada por la presencia del indultado Pepe. Quiso ser tan pacífico que al final se convirtió en un equipo inanimado e hipotenso, extremadamente vulnerable. Los mismos jugadores que triunfaron en Chamartín fueron desbordados durante un tiempo por la determinación del Madrid.
La gracia del Madrid está en su capacidad para llevar la contraria y en su rebeldía, en el atrevimiento de su técnico para poner a Pepe, ayer reubicado como zaguero, su puesto natural, circunstancia que ayudó a equilibrar su juego. Hoy es un equipo furioso y colérico, dado al arrebato, extremadamente ruidoso, sorprendido también por su desdicha ante el Barcelona. Anoche completó media hora de juego estupenda, coronada por un rosario de oportunidades, y sin embargo se retiró al descanso con dos goles en contra en las dos únicas oportunidades que concedió.
Al Madrid le interesaba un partido tenso y revolucionado, nada de perder el tiempo. Hecho una furia, atacó y presionó y si no cazó el gol nada más salir de centro fue porque Higuaín no atinó en el remate después de una mala cesión de Alves, peor acompañada por Piqué. La superioridad del Madrid era manifiesta por la zancada de Kaká, la visión de juego de Özil y el gatillo de Ronaldo. Incomodado y sometido, el Barça iba y venía al ritmo del Madrid, demasiados apresurados los azulgrana, faltos de control y de pausa, poco reconocibles, muchas veces sin balón.
El juego se centró en la cancha azulgrana, las llegadas eran blancas y hasta Pepe provocó un penalti por manos de Busquets que el árbitro no vio o no concedió. La suerte estuvo siempre de parte del Barcelona. Özil, por ejemplo, remató a la escuadra e Higuiaín volvió a marrar el tiro ante Pinto, siempre sorprendente, a veces excelente y en otras patoso. El problema azulgrana, sin embargo, no estaba en la portería sino en la medular, porque no mezclaban bien Xavi, Iniesta y Cesc. Al rescate tuvo que acudir de nuevo Messi, desequilibrante en la conducción y en el regate.
Lesionado Iniesta, al Barça le vino bien la entrada de Pedro y el alboroto que creó con Messi. La Pulga arrambló con la pelota rebanada por Alves a Ronaldo en una acción discutida y la aguantó hasta que la defensa blanca acudió en tropel a su encuentro y propició la asistencia del argentino para Pedro. El gol encendió a los barcelonistas, sorprendentemente a gusto con el ardor que tomó el partido, muy incendiario. Terreno abonado para Alves, que cruzó un remate excelente desde el pico del área después de una falta botada por Xavi y rechazada por Lass.
Al Madrid, en cualquier caso, no se le pasaron las ganas de jugar a fútbol, ni siquiera cuando el Barcelona parecía más asentado y tenía a buen recaudo el partido y también la clasificación. El futbol devolvió al Madrid en un momento, ya con Benzemá y el pelotón de centrocampistas en la cancha, lo que le había negado durante mucho rato. Özil habilitó a Ronaldo, que sorteó a Pinto con un soberbio regate largo, sin tocar la pelota, para embocar a gol, y poco después Benzema aprovechó un error de Piqué para empatar: 2-2. El Madrid tenía la ambición que le faltaba al Barcelona.
Alimentado por un excelso Özil, el Madrid encontró en las jugadas episódicas la fortuna que no tuvo cuando dominó el fútbol ante un desquiciado Barça, mal puesto porque no daba con Xavi y no entraba en juego Messi. Fieles a su mensaje apocalíptico, los chicos de Mou se dejaron la vida, murieron en el campo, obligaron a la afición azulgrana a abrigar a su equipo hasta que se acabó el partido por orden de un árbitro que acabó por expulsar a Ramos, el mismo al que le había anulado un gol en la salida de un córner, y obvió después un empujón a Benzema frente a Pinto.
Muy valiente, al Madrid le explotó el corazón de tanta rabia como le dio perder el partido y no se retiró de la cancha hasta rodear a Teixeira Vitienes después de un final tremendo, agrandado por el dramatismo que siempre proporciona la Copa. Aguantó el Barcelona como un jabato, convencido de que la astrología, los dioses del fútbol y la ventura estaban anoche de su parte y en contra del Madrid, que no encuentra el punto de inflexión en los clásicos ni cuando se parece más que nunca al mejor Barça. A pesar de que Guardiola continúa invicto y Mourinho sigue sin ganar en el Camp Nou, jugaron mal ayer los azulgrana y bien los blancos. La suerte le dio anoche la espalda a Mourinho. A cambio, sin embargo, igual le enseñó el plan para combatir al Barça, semifinalista de Copa.