N O C U A D R A . . .

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Pero vamos que la cosa está chunga, como para mesarse los cabellos y tentarse algo más por si acaso que ya se sabe, “haberlas haylas”.

                          El caso es que en el Vaticano, en el Supremo, en la Europa de nuestros quereres y no quereres, en la España de nuestras entretelas también, como no, donde nos zurcen a base de bien, un día si y otro también, y dicen que por derrochadores y por fraternales que las invitaciones estaban contadas.

                          En fin, un despipote, a bote pronto y con pintas de durar, al menos hasta que nos convenzamos que estamos en manos de los mercaderes del templo, ungidos, bendecidos, homologados y desahogados hasta la náusea.

                          Y andan, a pesar de todo, como pollos sin cabeza, dándose trompazos a nuestra cuenta, unos contra otros, pontificando sobre la nada en el pedestal de la imaginería sagrada, con el santo varón melifluo y todopoderoso, con sus medallas y sus secretitos, presidente de juriconsultos y demás reata, cenando, durmiendo y callando . . . ¿cómo puta en rastrojo?.

                          Y el lío del camarote del Vaticano, con dobles y triples agentes, santones de manos santas y modales resbaladizos, zancadilleándose a troche y moche, por unas  dignidades de más o menos, al cobijo del santo palomo que debe andar algo desorientado entre tanto viborazo de modales tan finos.

                          Y la Europa de los amores y desamores, odios y malquereres, yo arriba tu abajo, a tanto la ayuda y sube el interés, estrangulando el presente y el futuro, en la miopía del fin del imperio, muérase el último el más cabrón, reunidos los barandas del invento entre risas, apretones y palmadas, y promesas, por éstas, de servidumbres a sangre y fuego.

                          Y, por fin, en la España, patria querida de “fúmbol”, sol, moscas y toros moribundos, con la canalla enaltecida por el poder que los engalana y la muchedumbre a expensas de los pechos que aumentan día  a día, hasta la expiación de los pecados ajenos haciendo mucha penitencia por los pecadillos que cometimos, pobres y contritos, por siervos meapilas del poder instalado y bien instalado, sobre la insolidaridad que les conculque a hacer y deshacer contra los más débiles, incumplan, se contradigan y les importe una higa la coherencia y la honestidad, por el poder hasta el poder y que arree el último.

                                                           Torre del Mar 6 – junio – 2.012

                          E M I N E N C I A S

                          Eminentísimas y vaporosas, en su suave aleteo cuasi imperceptible, entre lelo y sibilino, en el frufrú de la intriga palatina vaticana, donde todo se debe magnificar, algo así como en los reality shows del momento, que espanta penosa y alerta ante las puñaladas de terciopelo y santas bendiciones, para quedar indemnes sus beatísimas eminencias.

                          Bajo los auspicios del alado mensajero, luz de lenguas y voz de voces, velador y veedor de los inefables cofrades privilegiados de la gran comandilla, de estola y talar de monaguillos, en nombre del traído y llevado  buen crucificado, el Jesusito de mi vida que eres niño como yo, tan peligrosos como ambiciosos los popes de la Santa Doctrina, al socaire del miedo feligrés por las veleidades teológicas marchitadas por la santa excomunión, en loor de la vanidad de vanidades de los más humildes de los siervos, ¡ja!, buscando acomodo mejor en el grandioso sitial que les encumbre a cada quien según su infinita soberbia, en este valle de lágrimas a la espera del reino de los cielos, ¡ja!

                          Como para dejarse los santos padres en el impudor de sus codicias melifluas ir desangrándose al paso de la vera cruz, por el perdón de los pecados perdonados, ¡cómo no!, entre pucheros y rencillas solapadas, por la ortodoxia dictada desde el abismo de la miseria moral, por muy repleta de oros y brillos que se muestren las tiaras y las ínfulas.

                          Mientras yace olvidado y en un rincón el profeta de dios en la tierra, mendigo entre los mendigos,  hombre bueno y pobre, humilde, hermanos de los débiles y pecadores, implacable contra los sacerdotes fariseos, dueños del templo, urdidores de la doctrina, muerto una y tantas veces entre las mentiras glaucas de sus más fieles, mientras le rezan mucho y le crucifican a diario, al bisbiseo de las zapatillas de lujo haciendo tan poco ruido que espanta y da pavor.

                                               Torre del Mar 6 – junio – 2.012