La última gran alegría del jefe de estación

Ocurrió en enero de 2011, un par de semanas antes, don José, entonces con 85 años, apareció en La Opinión contando su vida al frente de la estación del Palo, donde pasó 20 años, viviendo allí con su familia, añadiéndole a la estación-hogar novedades como una cocina o el servicio. Antes de este trabajo, que inició en 1962, entre otros muchos destinos estuvo ocho años cargando en la cantera de Almellones enormes bloques para llevarlos en vagones a destinos como la playa del Morlaco.

En la estación del Palo formó también una familia con los clientes, a los que atendía y no dejaba que se marchara el tren de Vélez si faltaba alguno de los clientes habituales. La veterana línea de ferrocarril, que continuaba con las estaciones de La Cala, Rincón, Benagalbón, Chilches, Benajarafe, Valle-Niza, Almayate, Torre del Mar y ya por fin, Vélez, cerró definitivamente en 1968, y aunque don José se buscó trabajo como celador en Barbarela, él y su familia no abandonaron la estación hasta 1974.

Don José, que con buen corazón era capaz de adelantarles los billetes a los albañiles hasta que recibieran la paga, posó muy orgulloso al lado de su antigua casa y puesto de trabajo con una gorra que le habían regalado sus hijos, en la que se leía: Jefe de Estación.

La visita al metro fue una experiencia inolvidable para este malagueño nacido en Huelin, que al bajar a la estación en obras del Palacio de los Deportes confesó: «Esto ha avanzado mucho, ¿quién me iba a decir que esto lo vería yo en vida?». Al año siguiente, don José conoció los vagones del metro y su felicidad fue completa. Recorrió las obras en coche y en silla de ruedas, pero cuando tuvo que posar para el periódico, lo hizo lleno de fuerza y transmitía tanta que su cara ilusionada fue portada al día siguiente del periódico.

Por desgracia, el último jefe de la estación del Palo falleció en vísperas de la última Semana Santa, pero su familia, empezando por su hijo Manolo, ha tenido la satisfacción de ver cómo su padre disfrutaba con el tren del futuro, el metro, que tarde o temprano (más bien tarde), llegará a Málaga.

Sirvan estas líneas de recuerdo sincero de don José López y de agradecimiento a Enrique Salvo por ese detalle de invitarlo y regalarle unas horas de alegría que, con toda seguridad, le prolongaron la vida