Es probable que si organizara una oración colectiva, parte de la afición se arrodillaría mirando a La Meca repitiendo ¡Alá es Grande y del Perchel! Se ha ganado ese aval popular, pero empieza a preocupar que sus cheques en blanco se conviertan en cheques sin fondo. La leyenda de la 'jequera' sin fin era un cuento de las mil y una noches; y ahora el temor es que tras agotar los tres deseos, un día se desvanezca como el genio de la lámpara y colorín colorado.
Ahora aterriza en Málaga otro 'hombre fuerte' de Al-Thani. El jeque se mantiene a distancia y envía un nuevo Sr. Lobo a pasar el paño, Moayad Shatat. Claro que, tras lo de Hierro y de Ghubn y alguna otra fuga discreta, la etiqueta de 'hombre fuerte' parece maquillaje retórico. Con el jeque no se sabe si alguien es un hombre fuerte o un hombre de paja, eso que algún manual delirante de inglés traducía como 'masturbation man'. En todo caso ha impuesto un estilo oscuro de gestión, acomodado al rollo de sátrapa pérsico que solo se sienta a hacer números cuando le sale de los perendengues. Mal asunto. Por ahí antes o después habrá un punto de inflexión y parecerá solo un mal gestor disfrazado de salsero cubano de los cincuenta o de limpiabotas de Rick's en lugar del hombre providencial. De ser así, no tardaría en entonar el 'qatarí que te vi'.
La sombra del parón de sus grandes negocios -Arraijanal y el Puerto de Marbella- parece detrás de todo esto. En definitiva, el fútbol era su plataforma de lanzamiento, mientras los políticos locales le abrían sus puertas y mucho más. Lo que es seguro es que el jeque no compró el Málaga porque fuese el club de su alma. Sin duda no creció recitando en el viejo zoco Waqif las alineaciones de las grandes tardes en La Rosaleda -Fernando, Popo, Brescia, Recio, Canillas, Toto.- y en su habitación no había un póster de Viberti o una camiseta de Bazán. Por supuesto, como inversor, bienvenido Mr. Al-Thani; en definitiva, eso escasea más que empresarios locales de mucho golpe de pecho pero agujeros en los bolsillos. Eso sí, alguien debería asesorar a Al-Thani sobre el estilo pérsico. Lo que inspira confianza es la gestión transparente, no un yate tamaño oro negro o el traje más cantoso del escaparate de Prada