Nos introduce David Palomar en ese mundo idílico portuario donde son posibles todas las mezclas, colores, lemas y banderas donde cada cual se aferra a su tradición y donde inevitablemente se producen los intercambios culturales propios de toda ciudad portuaria.
Es este por tanto, un trabajo tradicionalista pero también muy personal donde el artista crea su propia visión de músicas de otros mundos reforzadas por su creencia en la idiosincrasia del barrio de La Viña.
Hablar de la capacidad cantaora de este artista es de justicia, lleva en su voz muchas cualidades pero la principal es la sinceridad y la elegancia dejando a un lado artificios fútiles que no estén directamente relacionados con el hecho rítmico y el compas.
Debo por último añadir, que aunque peca en demasía a nivel de producción, arreglos e instrumentación en formulas más propias de otros estilos musicales no deja de ser un trabajo serio y en muchas ocasiones muy Flamenco.
Larga vida al Barrio de la Viña.