Eso es lo que podemos apreciar en esta calle, que antes era un vergel y hoy hasta los páramos castellanos tienen más arboleda.
Para alcanzar este lamentable objetivo basta con olvidarse de los viejos árboles que, cargados de años (algunos con más de 60), se pudren y perecen. Es lo que ha estado ocurriendo con las falsas acacias o robinias que han dado nombre a este paseo y por extensión a la playa de las Acacias.
A nadie parece interesarle que en Pedregalejo y el Valle de los Galanes siga existiendo esta especie y mucho menos a nuestros concejales, que cuando les toca la tarea se limitan a talar el árbol pachucho y a otra cosa. De reponerlos ni hablamos.
Así ha ocurrido este verano. El Ayuntamiento taló en junio tres falsas acacias o robinias porque estaban en mal estado. El responsable de Parques y Jardines aseguró a este periódico entonces en otoño plantarían ejemplares para sustituir a los talados.
Ni que decir tiene que nuestro Consistorio, en un nuevo alarde de descoordinación municipal, se ha pasado por el arco del triunfo la loable intención de Parques y Jardines. Los vecinos se han encontrado nada más entrar el otoño con que el lugar que ocupaban los tocones está hoy tomado por un par de farolas y en la acera ya no hay hueco ni para una brizna.
Plantar farolas en una calle poco transitada y con una acera que parece un desfiladero –de ahí que nadie pueda caminar por ella– es un gasto absurdo, sobre todo si los vecinos lo que pedían eran árboles. Que se sepa, las farolas no aportan oxígeno a la atmósfera ni sombra abundante en verano.
Mucho más necesario que reducir el número de acacias en el Paseo de las Acacias es dotar de aceras el otro lado de la calle, un vergonzoso terrizo que lleva así desde que se hizo el mundo y en el que nuestro Consistorio podía instalar todas las farolas que le diera la gana.
Gracias a la secular descoordinación municipal y a no escuchar las reclamaciones de los vecinos, el Paseo de las Acacias ya sólo cuenta con tres falsas acacias o robinias.
Todo un récord del que presumir en las próximas elecciones. Que estos trío de árboles tienen los días contados y que el Ayuntamiento está vagamente interesado en mantener los ejemplares tradicionales de este barrio son verdades como puños. O al menos como farolas