Lo cierto, sin embargo, es que Cuevas no hizo más que plegarse a las presiones de Esperanza Aguirre para que cediera el puesto a alguien de su cuerda. Y el mejor colocado en ese momento era Díaz Ferrán, presidente de CEIM, cuyas buenas relaciones con la lideresa a nadie pasaban inadvertidas. Tanto es así que, tiempo después, un micrófono inopinadamente abierto le sorprendería diciendo sin el menor recato a otro líder de la patronal que Aguirre era “cojonuda”.
Consciente de a quién le debía la alta representación que ostentaba, Díaz Ferrán se convirtió en un ariete contra el Gobierno, hasta el punto de sabotear el diálogo social para no darle tregua a Zapatero. Eran los tiempos en que Rajoy, tras caer derrotado por segunda vez en las elecciones de 2008, se negaba a arrimar el hombro en la lucha contra la crisis económica, a la espera de que la fruta del poder acabara cayendo madura en sus manos.
Pese a todo, cuando empezaron a ir mal los negocios de Díaz Ferrán, alguno de los ministros de Zapatero accedió a echarle un cable, bien que con escaso éxito. Que se viniera abajo un emporio como Marsans, propiedad para más inri del líder de los empresarios, no beneficiaba la imagen exterior de España y eso lo sabía el Gobierno. No satisfecho con el resultado de las gestiones, Díaz Ferrán se dedicaría luego a atribuir su ruina a una venganza política, con el simple propósito de ocultar la envergadura de sus desafueros.
Aerolínea Argentinas, Air Comet, Seguros Mercurio, Trapsa… fueron desplomándose con la misma rapidez que un castillo de naipes, hasta que finalmente él y su socio Gonzalo Pascual decidieron traspasar los restos del grupo a un liquidador profesional, Ángel del Cabo, para que terminara de hacer el trabajo sucio. Así, casi de la noche a la mañana, Díaz Ferrán se convirtió en un empresario sin empresas, acosado por las deudas y por las sospechas sobre la licitud de su gestión. Sólo entonces sus colegas de CEOE se avinieron a exigirle la dimisión, que él disimuló con una convocatoria anticipada de elecciones.
Díaz Ferrán había dejado de ser útil y ni siquiera estaba ya en condiciones de apoyar indirectamente al PP de Madrid, como había hecho en los años de bonanza con fuertes aportaciones económicas a la fundación del partido, Fundescam. Nadie salió en su ayuda. Y mucho menos la lideresa