Celia Villalobos, que tiene un lujoso ático en la plaza del Obispo de Málaga, no quiere ser abucheada frente a su casa por desahuciados

CUANDO alguien deja de pagar la letra de su hipoteca el banco comienza a llamarle a diario, de forma insistente. Recibe cartas de aviso, constantes llamadas, una persecución sin tregua en la que participa todos los instrumentos técnicos, humanos y legales al alcance de una gran corporación. Son peticiones molestas, continuas, establecidas como una rutina de trabajo. Muchos ciudadanos en España, decenas y decenas de miles, no han podido hacer frente por falta de medios económicos a estos requerimientos hasta que, por orden de un juez, y en ocasiones con un destacamento policial y a la fuerza, la familia empobrecida ha sido expulsada del hogar que ha habitado. Obligada, eso si, a pagar lo que queda de crédito. Sin embargo, esto, para Celia Villalobos no es acoso.



CUANDO algunas adolescentes o jóvenes en España han decidido interrumpir de forma voluntaria su embarazo, y han acudido a una clínica especializada se han encontrado estos centros con pintadas que les llamaban “asesinas”. Los trabajadores de estos centros han sufrido insultos similares por grupos de ultracatólicos que les esperaban en la entrada a la clínica. Sin embargo, esto, para Celia Villalobos, ni para nadie en el PP, ha sido nunca  acoso.

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PARA
Villalobos como para el resto de su partido el “acoso”, lo que “no es democrático”, lo que  “recuerda a épocas terrible de este país” es que las protestas ciudadanas se dirijan directamente a los principales responsables del drama de los desahucios: los políticos, que son los que pueden cambiar las injustas reglas del juego.

ESO de que una persona les recuerde en la puerta de su casa, en el bar, o en la calle, en la tienda de calle Larios donde se compra bolsos, que hay vidas en juego, no les gusta pero que nada, nada. Les parecen “preocupantes” estas protestas. No que las personas se hayan quedado sin casa o sin trabajo. De eso ni hablan (busquen declaraciones de Villalobos sobre las ejecuciones hipotecarias y se la encontrarán llamado a su chofer) Lo dramático, lo inmoral, lo que no se puede consentir, según el PP, es que los ciudadanos se hayan quedado sin miedo.

POR eso los desahuciados les parecen como ETA, como los nazis, como el coco. Porque ya no se trata de huelgas, manifestaciones, noticias críticas, cruce de declaraciones, ni ninguna otra expresión de la protesta institucionalizada, ahora con los llamados ‘escraches’ los políticos comienzan a sentir el aliento directo de las víctimas de sus decisiones en sus esferas íntimas, ésas que miles de personas han perdido junto a sus casas.

EN esto consiste la campaña de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, en que los gobernantes vean las caras y oigan las voces de las víctimas de sus decisiones irresponsables. Por eso se hace precisamente en el hogar de los políticos, en los restaurantes donde comen, en los bares donde beben. Y mientras estas protestas se realicen de forma pacífica son legítimas, y a estas alturas del drama, hasta necesarias para que los políticos entiendan el daño irreparable y la condena de por vida que supone un desahucio y una deuda interminable como única herencia que dejar a los hijos