Hay muchas coplas que lo demuestran, siendo la más conocida la que hacía referencia a Concha la Peñaranda: “Conchita la Peñaranda/ la que canta en el café/ ha perdido la vergüenza/ siendo tan mujer de bien”. Esta cantaora fue asesinada en Valencia por un amante despechado, siendo todavía joven. Cuando surgen las primeras noticias del flamenco como arte de teatros y cafés, la mujer tenía ya un papel importante. Siglo y medio después pocos discuten su aportación al arte jondo, sobre todo al cante y al baile.
Si se habla de las seguiriyas del Loco Mateo, se puede hablar también de las soleares de La Sarneta. Y si se destacan las malagueñas de Chacón, se pueden destacar las de La Trini de Málaga o las de la citada Peñaranda. Eso de que el flamenco es un arte machista es algo también que hay que matizar, aunque exista el machismo en la medida que existe en otros géneros artísticos. Chacón nunca tuvo problemas en cantar mano a mano con La Niña de los Peines en los teatros de Sevilla hace más de un siglo. Y Silverio Franconetti competía con La Parrala de Moguer en su propio café sevillano de la céntrica calle Rosario. La afición estaría más o menos de acuerdo, pero los artistas de antaño jamás excluyeron a las flamencas.
La presencia hoy de la mujer en el flamenco va más allá del tablao. Muchos de los mejores festivales están dirigidos por mujeres, como son los casos del francés de Mont-de Marsan o el de Jerez de la Frontera. La pasada edición de la Bienal estuvo dirigida por una mujer, Rosalía Gómez. Y tanto el Centro Andaluz de Flamenco como el Instituto Andaluz para el Desarrollo del Flamenco, dependientes de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, están dirigidos también por mujeres: Olga de la Pascua y María de los Ángeles Carrasco, respectivamente. Además, las mujeres dirigen hoy revistas especializadas, ejercen la crítica en periódicos y presentan programas de radio. Y hasta hay alguna catedrática de Flamencología, que no han corrido a gorrazos ni creo que esto vaya a suceder.
En el terreno meramente artístico, por ejemplo en el cante, las mujeres ocupan hoy puestos muy relevantes. La máxima figura del género es Carmen Linares, que pocos discuten, aunque esté ya un poco agotada físicamente. Y ahí están Aurora Vargas, Esperanza Fernández, Mayte Martín, Argentina, Estrella Morente o Marina Heredia. Por no referirnos al baile, donde la mujer manda desde hace décadas: María Pagés, La Yerbabuena, Sara Baras o Rocío Molina son claros ejemplos del papel predominante de la mujer.
Dirigen peñas flamencas y doctorados universitarios, editan libros y, sobre todo, disfrutan de este arte como meras aficionadas. En los conciertos de la Bienal, por ejemplo, se ven más mujeres que hombres. Por tanto, eso de que el flamenco es un arte machista habría que irlo olvidando, porque hoy no se entendería este arte andaluz sin el papel de la mujer en todos sus campos. Lo mismo los propios flamencos, como la sociedad en general. Es una conquista de la que todos debemos sentirnos orgullosos. Tanto hombres como mujeres