Joaquim Rodríguez, Purito, que tiene un arranque explosivo cuando la montaña es más montaña y la cuesta parece que va a tirarnos de espaldas, es un tipo curioso. En Purito, como en Nadal, se dan unas condiciones humanas ejemplares: sabe ganar y también sabe perder, reconocer el valor de los contrarios. El ciclismo, lo sabe Rajoy, que en cuanto puede mete tripa, viste el culotte y se hace unos kilómetros en bici, es un deporte para dioses, demasiado duro, y la dureza unida a la exigencia lo ha ido minando con el doping que ha podido también minar la candidatura olímpica de Madrid, de la que Málaga era subsede. Como Purito, ahora nos toca encajar olímpicamente la derrota. Me parece sano hacer chistes sobre la derrota, aunque el chiste suele derivar hacia el fácil deporte del insulto: ese otro doping que está minando las redes sociales, desde donde, parapetados en el anonimato, muchos se divierten tirando la piedra y escondiendo el ratón. Pero no nos vayamos por los puertos de Úbeda: quería hablar de bicis, sí, pero en Málaga.
Mañana se celebra una marcha de ciclistas en Málaga como parte de una concentración de bicicletas simultánea en 75 ciudades de 35 países, para quedarse helados (el motivo, por cierto, es salvar el Ártico). La marcha verde terminará en un punto negro: los Baños del Carmen, uno de los lugares de Málaga donde ciclistas y peatones son más conscientes de su vulnerabilidad. El domingo siguiente, el Ayuntamiento organiza el IX Día de la Bicicleta, buscando fomentar su uso como elemento de actividad física y medio de desplazamiento no contaminante. Apenas nos movemos en esta vida acelerada, por lo que ir en bici es una opción perfecta que aliviará también nuestros bolsillos, y nuestra conciencia. Los ciclistas, como los peatones que se apartan para no ser atropellados por ellos, o como los conductores ante los que se apartan los ciclistas, para no ser atropellados, somos los mismos. Los ciclistas, que somos nosotros, insisto, tienen sus peculiaridades: es más difícil ver un ciclista detenido en un semáforo en rojo, por ejemplo, que un nombre chino en una esquela. También se oponen a la obligatoriedad del uso del casco con terquedad. Pero la cabeza, incluso la dura, dura más con casco.
Los ciclistas, pues, deben hacer los deberes, y el Ayuntamiento debe hacer los suyos: facilitar una red de carriles bici que sean seguros, conectados unos con otros, con visibilidad (el número romano del IX Día de la Bicicleta podría leerse: no ve, no), cómodos. No basta un trazado discontinuo que sumado dé 35 kilómetros. No debe de ser tan complicado hacerlo bien, sólo hay que asomarse a Sevilla para comprobarlo. El estudio que ha presentado la OCU esta semana ha sido contundente: señala la red de Málaga como la peor de carriles bici de España. La acera de los Baños del Carmen, hay que reconocerlo, es un caso aparte, y si finalmente se realiza el proyecto de Moreno Peralta, que me cede amistosamente este puesto, mañana, mientras tal vez Rajoy se acerque a la última meta a saludar a Purito, los ciclistas malagueños nos jugaremos el tipo por última vez al terminar la marcha allí, en ese lugar único, esa meta a la que llevamos muchas etapas deseando llegar relajados, apoyar la bici, el casco, en una de las columnas que no sostienen nada, asomarnos al mar, satisfechos. Y vivos