Sobre la mar,
tan de cerca, en un escalofrío breve,
la mirada perdida,
la manos encerradas en sus puños,
tan lejos la línea del horizonte,
apenas húmedos los labios
sobre la mar que no cesa.
Desde el ánimo,
en el remanso eterno
de la vida que escucha,
que toca, que siente la caricia
adivinada,
al dejarse tocar, acariciar
por la salobre mirada de
todas las cosas.
Para volver, hoy, sobre la mar
intacta, tan ajena,
besando los pies de la arena,
intangibles las huellas
que son,
que desaparecen,
en el instante mismo de la brisa
depositada
en una mirada húmeda,
en un beso imposible. . .
de luz y miradas rotas. Torre del Mar 16 – febrero – 2.014