LOS GRANDES FESTIVALES DE MÁLAGA Y JEREZ. OPINIÓN

Repompa, lo que pudo haber sido y no fue. Porque eso podía haber sido la figura de Enriqueta Reyes: la cantaora de talla que Málaga necesitaba para romper el silencio al que el devenir de la historia y los caprichos artísticos del destino la tenían sometida. Quiero decir que, si, tras los últimos suspiros del tiempo de la Ópera Flamenca, otros lugares tuvieron su tótem flamenco o sus artistas más significativos capaces de exportar el valor de la tierra, Málaga se apagó y sólo gracias a la Peña Flamenca Juan Breva comenzó paulatinamente a retomar el papel histórico que en justicia le pertenecía: durante muchos años casi todo lo concerniente al flamenco en Málaga giró en torno a la citada entidad. En fin, entre esta generación y la de sus abuelos hay que citar un nombre imprescindible: José Manuel Ruiz Rosa “El Chino”, el más emblemático de los artistas malagueños contemporáneos, fallecido en plena madurez creativa y hoy tenido como maestro por los más jóvenes.

 
Cuando se organiza un gran festival se han de tener en cuenta aspectos muy variados que van desde la calidad artística de los espectáculos hasta su incardinación en el entramado social que lo acoge pasando por la rentabilidad cultural y económica o su trascendencia dentro y fuera del entorno local. Así las cosas, “Málaga en Flamenco” no logró la natural imbricación de los malagueños ni procuró la llegada de un turismo cultural selecto que hiciera suya la propuesta. Sin embargo, no sería justo dejar de reconocer que a partir de la creación de la marca se inicia un camino a la modernidad que el flamenco en Málaga necesitaba desde hace tiempo, y que apenas si había  emprendido por falta del apoyo financiero suficiente. El festival bienal  significó un gran revulsivo para Málaga, pero también muy esclarecedor toda vez que puso en valor a determinados artistas pero dejó  en evidencia a quien no daba más de sí. Y sacó a la luz dificultades endémicas, porque lo cierto es que si bien parecía que el evento iba a ser el maná salvador para el flamenco en Málaga, tras el fracaso de la segunda edición se  comprobó que la solución era mucho más compleja de lo que en un principio semejaba ser. Si casi todos los grandes festivales flamencos que se celebran en Andalucía y en España , en mayor o menor medida, están mediatizados por la política, “Málaga en Flamenco”, que nació de un político y una pasión, es el evento donde más se notó el dirigismo cultural al que está sometido el flamenco, pues desde los principios el citado político, presidente de la Diputación cuando entonces, fue el que en realidad manejó los hilos y, bien a través de él o  por medio de determinadas personas de su confianza, la decisión última siempre fue la suya. Así ocurrió en la primera edición y volvió a repetirse en la segunda. La razón del fracaso, por evidente, no es menester discutirla: cuando la política contamina el arte, éste acaba perdiendo la esencia y el porqué.
 
La primera edición de “Málaga en Flamenco” nació como respuesta a la Bienal de Flamenco de Sevilla, aunque jamás se reconociera así en Málaga  y fuera tachada de catetada por el entonces concejal de cultura del ayuntamiento  sevillano. Sevilla es una ciudad a la que los malagueños demuestran una permanente hostilidad, debido a los agravios comparativos que vienen de años atrás; aunque por otra parte, no se puede negar el papel de pionera no sólo en poner en marcha eventos como la Bienal. Verbigracia: la primera federación de peñas flamencas surgió en Sevilla, antes incluso que la propia Confederación Andaluza de Peñas Flamencas. Con todo, aunque la primera edición fuera la de la inexperiencia organizativa, el festival llenó de flamenco la provincia de Málaga.
 
La segunda edición, empero, estuvo definida por las ensoñaciones artísticas de su director, que, olvidándose de donde estaba, despegó los pies del suelo y sumió al festival en un magnífico desorden que en determinados momentos fue hasta divertido, eligiendo lugares y escenarios poco apropiados para la inmadurez organizativa de un evento tan joven: se adelantó a su tiempo y le fallaron las infraestructuras y las personas necesarias, con lo cual le salió el tiro por la culata; aunque artísticamente haya que reconocerle sus rompedoras propuestas no siempre entendidas por la grisácea medianía de determinados sectores del flamenco en Málaga y por un sector minoritario de la crítica que, confundiendo la parte con el todo, entró a saco en “Málaga en Flamenco” alentada por intereses mezquinos y nada claros. Entre todos la mataron y ella sola se murió.
 
Tras dos ediciones desaparecida, en 2013 volvió la bienal de flamenco pero con otro nombre y otra estructura organizativa. Ahora se llama “Bienal de Arte Flamenco de Málaga” y ya no concentra su programación en un mes, sino que a lo largo de nueve meses se han llevado espectáculos flamencos a los pueblos y ciudades de la provincia malagueña, en colaboración con ayuntamientos, peñas y entidades privadas, cual es el caso de “El Patio” de Estepona, una iniciativa privada que está teniendo éxito. Otro cambio palpable es el hincapié que se ha puesto en programar artistas y espectáculos que se definan por seguir las formas clásicas del flamenco. Así las cosas, hay que reconocerle y agradecerle a la Diputación Provincial de Málaga la labor que realiza en pro del arte flamenco y de los artistas malagueños. En eso, creo que todos estamos de acuerdo. Esperamos con expectación la llegada de la segunda entrega de esta renovada versión del evento malagueño para confirmar las líneas estéticas y organizativas que lo diferencian de otros grandes festivales.
 
Nada satisface más a los que amamos el arte flamenco, y luchamos por su reconocimiento definitivo, que encontrarnos con el trabajo bien hecho, con una organización que roza la perfección y con la rigurosidad artística, programada de acuerdo con criterios profesionales, hecha con amplitud de miras, con respeto al pasado y con la pasión imprescindible que precisa esta música nuestra y, por eso, de todos los que la sienten como propia y encuentran en ella la emoción y la vida de un arte vivo y pujante, imperecedero e imperfecto. Uniquito y misterioso, como la luna. Y oloroso, como Jerez. Esa era la opinión general entre los muchos visitantes que hemos convivido durante los días del Festival del Jerez, que ya ha cumplido la mayoría de edad. Muchos idiomas, pero un solo lenguaje: el del arte flamenco. Y así, da gusto.
 
Si en ediciones anteriores hacíamos referencia al acierto de la organización a la hora de poner en marcha un evento de las características, de la importancia y el prestigio que tiene este Festival, con un equipo de mujeres y hombres que conocen lo que llevan entre manos y son profesionales, en esta edición sólo cabe redundar en lo dicho, por cuanto cada año se superan con respecto al anterior. Parece repetitivo, pero esa es la opinión general entre los que ejercemos la crítica llegados desde toda España y remotos lugares. Isamay Benavente, la directora, y el excelente equipo que la rodea pueden darse por satisfechos. La proyección internacional del Festival de Jerez, el más importante acontecimiento que tiene como protagonista el baile flamenco y la danza española, está más que contrastada toda vez que año tras año incrementa el número de participantes en sus diversas actividades, cuya oferta artística y calidad es reconocida tanto por la crítica como por el público. El festival, no solamente está consolidado sino que se ha convertido en referente internacional entre este tipo de eventos, por su cuidada programación, su excelente equipo de colaboradores, sus áreas formativas y su enclave geográfico: Jerez es mucho Jerez para competir con él, por su historia y su palpitante actualidad incluido su ambiente inmejorable que propicia el encuentro gozoso de los miles de asistentes que respiran Jerez. El Festival ha encontrado la fórmula ideal en cuanto a la duración, los espectáculos, la formación y el negocio del ocio que cada día es mayor en la ciudad. Y eso, hoy en día, es garantía de éxito seguro.
 
Después de dieciocho años, el Festival de Jerez sigue siendo fiel a sí mismo, enfocado fundamentalmente al baile flamenco y a la danza española, que son sus señas de identidad. Un escaparate donde se muestra el panorama actual del flamenco, lugar donde tiene cabida la tradición y las apuestas más arriesgadas, donde es posible ver a las figuras consagradas y a los jóvenes. La mujer tiene una presencia cada vez más importante en el Festival de Jerez. No exageramos si decimos que hemos constatado que un muy alto porcentaje  de las actividades estaban protagonizadas por mujeres.
 
Un año más, el Festival de Jerez se ha volcado en su faceta formativa; porque si bien se empezó de manera prudente y pasito a paso, hoy es un pilar básico en la consecución del triunfo final del mismo. Los cursos y talleres del Festival de Jerez tienen una gran aceptación y son la columna vertebral del Festival. El baile sigue siendo protagonista. Y la razón del éxito radica en la calidad del profesorado –quizá los más cualificados en cada especialidad- y en la seriedad y rigurosidad pedagógica con que se afronta la enseñanza del baile flamenco, independientemente del nivel del alumnado que va desde la iniciación al perfeccionamiento. Solo con echar un vistazo al cuadro académico, deducimos la importancia que la organización da a esta faceta, característica que define a Jerez como el más importante de los grandes eventos flamencos de todo el mundo. En este sentido, Jerez se erige por derecho propio en escuela universal del mejor baile flamenco, donde se dan cita mujeres y hombres –principalmente mujeres- que vienen de remotos lugares para empaparse de Jerez y aprovechar la ocasión única de aprender de los mejores maestros que hoy son y están.
 
Dado que el nivel medio de los espectáculos podemos calificarlo de medio-alto, elegir sólo algunos de los que hemos visto, es para este cronista ardua tarea que provoca no pocas dudas y hasta problemas de ética profesional: me siento como el astrólogo, que, ensimismado en la estrella más luminosa, deja pasar de largo aquella otra que brilla en la lejanía pero que seduce y fascina en su eterno misterio. Debo, sin embargo, aclarar que de los muchos espectáculos –baile, cante y toque- a los que hemos podido asistir, no todos han cumplido con las expectativas creadas; aunque no es menos cierto que todos han suscitado la pasión y hasta la polémica entre los entendidos y los periodistas especializados.
 
El certamen ha ofrecido cerca de 50 espectáculos en diversos escenarios: Teatro Villamarta, Sala Compañía, Palacio Villavicencio y Sala Paúl. Además de otros locales de la ciudad en los que tiene lugar el llamado “Festival Off”. La asistencia masiva ha corroborado que en sus diferentes ciclos se integran todas las tendencias artísticas del baile flamenco y español, sin olvidar el cante, la guitarra y otras propuestas flamencas más vanguardistas. El encuentro y colaboración de artistas en el mismo espectáculo y el estreno de nuevos espectáculos han sido dos de las notas características del Festival de Jerez. La muestra sigue fiel a sus orígenes y ha conseguido el logro de abarcar las distintas tendencias artísticas en sus diferentes escenarios. Todo acontece en torno al flamenco, concebido como un arte global. Pero, la gran oferta artística que se ofrece en el certamen no se queda en los escenarios mencionados, sino que cada año se da la oportunidad de seguir viviendo el flamenco en las Peñas Flamencas de Jerez en las alegres horas de la madrugada