A continuación pego el texto que mandé.
Otro Mc-museo para idiotas.
Estoy obsesionado, lo confieso, por Shakespeare y eso hace que cuando tengo que pensar (si es que soy capaz de hacer algo epocalmente inusual) en cualquier cosa lo primero que me viene a la mente es una frase lapidaria del estilo “algo huele a podrido”, “el tiempo está desquiciado” o “el resto es silencio”. Invitado a “opinar” sobre la apertura del Pompidou y el museo de San Peterburgo en Málaga he sentido que no tengo, valga la retórica popular, razones para llevar vela en ese entierro. Perdón por el tono, funerario o gafe pero esos fastos museísticos no solo me parecen regresivos o vergonzantes sino con un punto de naufragio anunciado. Parece que ha surgido una necesidad imperiosa por “equipar” a Málaga con todo tipo de museos como si hubiera que conseguir un empate técnicos con los bares o, mejor, una oferta “paralela” a los chiringuitos de playa.
El mantra político es que hay que hacer una oferta adecuada al “turismo de calidad”, termino que no es otra cosa que un oxímoron perfecto. En el abrasador programa del “todo incluido” hay que pasar a la carrera o en patinete frente a cuadros de Picasso, obras cuidadosamente seleccionadas por “la baronesa”, hacer cola para un evento zombificante (en el guinness debió entrar la “expo” de Marina Abramovic en el CAC) o flipar con graffitis descomunales mientras se producen operaciones de gentrificación descaradas.
Mariano Rajoy, como un faraón con problemas extraños en la lengua (se le escapa a cada poco) y con los ojos abiertos como verdadero profeta del pasmo, inaugurará la franquicia parisina en tierras sureñas. El cubo de cristal funcionara a las mil maravillas como “invernadero” para un puñado de obras que podría derretirse en la torradera veraniega. De la gigantomaquia del Guggenheim de Bilbao se puede pasar a la “bibelotización” malagueña, en una expansión retro-tardía (valga esta palabreja para expresar la “inoportunidad” y desfase de estos eventos del city-marketing) de la mcdonaldización cultural.
Jean Baudrillard habló, hace años, del efecto Beaubourg como una “implosión masiva” de una cultura secretamente odiada por la propia masa, mientras que Jean Clair lamentó, con cierta nostalgia carca, la conversión del museo en una marca para obtener beneficios en lejanos desiertos. Sin querer presentarme como un agorero me atrevo a sugerir que esta “operación” es una completa impostura, un ejemplo perfecto del delirio político que intenta conseguir “prestigio cultural” al mismo tiempo que desvela un “snobismo cateto” de armas tomar. Para ver 90 obras de los llamados “grandes maestros” (dos palabras funestas) hay que desembolsar unos cuantos milloncetes. El mamoneo parece que no tiene fin. Rajoy acude a cortar la cinta de la nueva “hamburguesería museal”, perdón es el primero de la fila en la puerta de la “brasseri de la avantgarde demodé”. Tendrá motivos para jactarse (mientras se le escapa la lengua) de los “brotes verdes”. Es un cuento –Shakespeare de nuevo como salvavidas- contado por un idiota, lleno de ruido y furia, que no significa nada.
Hace unos minutos he recibido un mail de la jefa de cultura del susodicho periódico que confirma lo que sospechaba: mi texto no se publicará.
"Estimado Fernando
Quiero agradecerle su predisposición e interés por atender y colaborar con el periódico siempre que se lo hemos solicitado. En el caso del artículo que nos envió hace unos días sobre los nuevos museos de Málaga, quizás no nos hayamos explicado bien, pero solicitábamos una valoración más cultural que política sobre esos nuevos proyectos. Valoramos su opinión como docente, crítico y comisario y confiamos en contar con ella pronto.
Muchas gracias de nuevo
Un saludo
M. Eugenia Merelo
Jefa de Culturas y Sociedad. Diario SUR".
Y me he permito contestar de inmediato:
"Estimada Mª Eugenia,
mi valoración del fenómeno de la "mcdonalización cultural en málaga" era, al mismo tiempo, cultural y política, entre otras cosas porque desde el día que comencé (hace tres décadas) a escribir crítica de arte seguí, a rajatabla, una frase de Baudelaire: "la crítica de arte tiene que ser parcial, apasionada y política". Acepté colaborar (desinteresadamente, como en otras ocasiones en las que se me solicitó una colaboración en vuestro periódico) porque se me pedía que OPINARA. No se me dio ninguna indicación complementaria. Supongo que mi opinión no sirve para apoyar o aplaudir la operación que se ha montado.
Terminas tu nota en la que me dices que no se publicará el texto que se me pidió indicando que "valoras" mi opinión y que esperas "contar pronto con ella". Como entenderás no tengo intención ninguna en volver a colaborar con vuestro medio. Ciertamente si se entiende que una opinión cultural no tiene dimensión política, mi escritura está absolutamente de más.
Atentamente,
fernando castro".
Sin duda ha sido un placer "colaborar" dando mi opinión cuando supongo que lo que necesitaban era a una buena tropa de palmeros.