Queridos familiares y amigos:
Gracias, muchísimas gracias por vuestra asistencia al funeral y por las innumerables muestras de cariño que habéis dado a mi hermana durante muchos años.
Ella era una enamorada de su barrio (El Palo) al que sirvió fielmente desde su profesión de Practicante (actualmente Enfermera) y Matrona.
¡A cuantas mujeres asistió en el momento feliz y doloroso del parto! ¡Cuántas inyecciones y agujeritos en las orejas de las niñas y últimamente en las de algunos varones adultos!
Quiero destacar lo maravillosamente que asumió el oficio de madre, y el extraordinario comportamiento de sus hijos, particularmente cuando más lo necesitaba.
Ellos han traspasado los límites de la justicia, para entrar de lleno en el campo de generosidad y la gratitud.
También sus nietos la querían mucho y fueron la principal fuente de su alegría y felicidad.
¡Y cómo olvidar el acendrado afecto de tantos familiares y amigos!
Particularmente le agradezco lo bien que lo hizo conmigo, con mi esposa y con mis hijos.
Y después de estas palabras de reconocimiento hacia mi hermana, y de gratitud hacia vosotros, permitidme que dé lectura a algunos textos que considero fortalecen nuestra fe, aumentan nuestra esperanza y nos animan a practicar la caridad.
En primer lugar un bello soneto de Martin Descalzo que nos sitúa frente a la presencia ineludible de la muerte,
“ Y entonces vio la luz, la luz que entraba
por todas las ventanas de su vida,
vio que el dolor precipitó la huida,
y entendió que la muerte ya no estaba
Morir sólo es morir, morir se acaba
Morir en una hoguera fugitiva
es cruzar una puerta a la deriva,
y encontrar lo que tanto se buscaba.
Acabar de llorar y hacer preguntas,
ver al Amor sin enigmas ni espejos,
descansar de vivir; en la ternura
tener la paz, la luz, la casa juntas
y hallar, dejando los dolores lejos,
la Noche-Luz tras tanta noche oscura.
En segundo lugar, leeré un breve versículo de Isaías que nos asegura que Dios siempre nos tiene presente.
¿Es que puede una madre olvidarse de su criatura, no conmoverse por el hijo de sus entrañas?
Pues aunque ella se olvide, yo no te olvidaré (Is. 4.9,15)
Y termino con las sencillas y solemnes palabras que Juan recoge en su Evangelio, y que constituyen la mayor fuente de consuelo para los que creemos en Cristo y que la vida no termina con la muerte:
“Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mi no morirá para siempre” (Jn 11,25ª.26)