El juglar ha muerto,
que continúe la farsa,
la tragedia hecha puro espectáculo,
el espectáculo subido al taburete,
el juglar eterno a pesar suyo.
“Y yo con mi canción como un gilipollas, madre,
Y yo con mi canción como un gilipollas”. Krahe
El maestro, el músico, el vate de
hace tanto, en un suspiro la vida entera,
¡maldita sea!, de entonces,
de cuando La Mandrágora,
de cuando, como a Brassens,
la “mala reputación”
haría por perseguirnos para escarnio de tanta
hipocresía bien vista . . .
“Sé muy bien que algo falla,
pero, ¿ acaso hago mal engañando a la pena?” Krahe
El maestro, sabio y serio,
¡tan gracioso! el buen Krahe,
tan cerca de nuestra pena
que sabremos disimular,
porque tan bien nos supiste
enseñar,
sin querer,
sin quererlo.
¡Ha muerto Javier Krahe!
¡Viva la ironía, viva el salvavidas
que habrá de hundirnos
amablemente! . . .
con una sonrisa amarga, al cabo.
Madrid 13 – julio – 2.015