I N S I S T I E N D O . . .

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“El hecho es que la civilización llamada europea, la civilización occidental, tal y como ha sido moldeada por dos siglos de régimen burgués, es incapaz de resolver los dos principales problemas que su existencia ha originado: el problema del proletariado, léase desigualdad, y el problema colonial; que esta Europa, ya sea ante el tribunal de la razón o ante el tribunal de la conciencia, es impotente para justificarse;  y que, cada vez más, se refugia en una hipocresía tanto más odiosa en la medida que tiene menos probabilidad de engañar”. Aimé Césaire, 1.950.

 

                                                Como un boxeador sonado, de rincón a rincón del ring, parapetado tras sus puños y brazos pegados a su miedo, doblegados ante la realidad que no se quiere admitir, con la esperanza vaga en un “golpe de efecto” que salve la situación, que ponga a buen resguardo el estatus que deje las cosas como están para algunos.

                                                Con una clase social emponzoñada en un callejón sin salida, esclava de los eufemismos y la inclemente política de quienes saben trabajar para “los suyos”, para “lo suyo”, abogando por la flexibilización del mercado a la baja, con una mano de obra barata, muy barata, entregada a la pura supervivencia.

                                                Mientras se huye de todo cuanto nos moleste, enfebrecidos por una catarata de lemas y sentencias mezquinas, insolidarias, parapetadas tras un egoísmo rampante y poco inteligente, después de todo.

                                                “A los inmigrantes ahora se les llama refugiados porque el motivo de sus desesperados esfuerzas para llegar a Europa no es la búsqueda de trabajo sino la huida de la persecución y la guerra. Europa no sabe qué hacer con ellos. y se niega a reconocer la trágica inutilidad de poner puertas al campo. La inmensa mayoría de los europeos miran a otra parte cuando ven pasar columnas de inmigrantes, mientras el populismo de derechas despliega el discurso del temor y el resentimiento, al que los gobernantes se apuntan con irresponsable facilidad, con decisiones que legitiman los recelos y agravan los problemas, como la cruel iniciativa del PP de rechazar la asistencia sanitaria plena a los ilegales. Es la apoteosis del discurso reaccionario y autoritario: convertir la legalidad en una barrera infranqueable por encima de la dignidad de la personas”. Josep Ramoneda.

                                                Y las religiones que predican la bondad y la caridad también se esconden, desde las jerarquías atentas a sus ínfulas y sus privilegios.

                                                Si fuésemos capaces los españoles de recordar que “400.000  compatriotas llegaron a Francia, desesperados y agónicos, hace solo 75 años. Y que cerca de 30.000 encontraron una nueva vida en México cuando su país solo ofrecía un páramo de pobreza, rencor y crueldad”. David Trueba.

                                                “Disculpe el señor pero este asunto va de mal en peor. Vienen a millones y curiosamente, vienen todos hacia aquí”. Serrat

 

                                                Y ¿cuántos de nosotros seguimos y siguen sin querer escuchar este mal sueño?

 

                                                Torre del Mar    septiembre – 2.015