Con la sangre seca de las víctimas, que lo fueron, invisibilizadas, sospechosas, cómplices del “conflicto” que ardió durante demasiados años . . . en la “normalidad espuria que se logró casi a beneficio de demasiados que callaron, que miraron hacia otro lado, que chivatearon los crímenes que podrían cometerse . . . impunemente” . . . en nombre de una patria soñada, en nombre de un pueblo . . . aquiescente, después de todo, en plena erupción de emociones, sentimientos, daños irreparables, sometimiento de una realidad humana, social y política incuestionables.
Con el dolor y el miedo tanto tiempo anestesiados desde siempre, desde la amenaza real y acerada, desde el discurso nacionalista que cargaba las pistolas, las bombas lapa, los disparos a la nuca, la exclusión social de quienes no eran de “los nuestros contra los otros”. . .
Y ahora el horror pretende desvanecerse, por la normalización imprescindible, por los supervivientes que intentan llevarse bien “como si nada”, entre dispares, entre adversarios, con ese complejo de culpa por falta de agallas . . . tras haber tenido “la maldita suerte” de haberse convertido en ¿mártir?, en ¿héroe?, ¿en patriota, abertzale, en víctima tirada, abandonada sobre un reguero viscoso de sangre empapada de odio, de crimen imperdonable, de sinsentido malnacido . . .?.
Y sin embargo el tiempo continúa y cubre de amarillo el pasado que se intenta amortizar. . . diluida la memoria de las algaradas y las soflamas . . . por las patrias “en peligro”, los pueblos “en salmuera identitaria”, por la “arcadia” que pudo ser, indispensable, inevitable, inalcanzable. . .por la “autodefensa inaplazable a ultranza”. . . hasta la aniquilación del enemigo, mediante disparo mortal . . . mientras la sangre empapa la tierra . . .que nos acogerá a todos, a pesar de tantos.
Y con todo es necesario el acuerdo, la foto formal de los nuevos representantes políticos, el “poteo”, vino a vino, franco y fresco, “hablando de las cosas de todos los días”, en armonía de la disparidad apaciguada, ¡al fin!.
Pugnando pues e insistiendo sobre la “normalidad” instalada, pese a que nada era normal, y la tragedia se mascaba inapelable, cuando el crimen se argumentaba, y el sistema fagocitaba el estado de las cosas para que se siguiera surtiendo de materia inmoral hasta la náusea.
Al rebufo de la cuadrilla protectora y autista.
Para intentar, a pesar de todo, ponerse de acuerdo en seguir adelante, avanzando, desde la memoria desveladora, desde los bandos infranqueables, construyendo un futuro de patria común, desde la diferencia y el respeto, cuando las hostilidades llevan tiempo atemperadas, a la espera de la deposición de las armas en versión televisada, y las víctimas enterradas y bien enterradas, dado el odio por bien amortizado, el odio que tan bien se supo disfrazar de almibarado entreguismo a las ideas que jamás, jamás debieron ¡matar!.
Aunque la metástasis sigue avanzando en un cuerpo social que ofrece ¿buena salud?, por el folklore que contente a las mayorías.
A pesar de que son tan imprescindibles los gestos de convivencia ¿moral o inmoral?.
Madrid octubre – 2.015