Según la encuesta que publica Metroscopia, a mes y medio de la celebración de las elecciones generales, los tres partidos más homologables a una democracia “nada revolucionaria” están en “un pañuelo”, en lo que se refiere a sus expectativas de voto. El PP, el PSOE y Cs rondan el 22% de intención de voto, augurando casi un triple empate, dejando descolgada la formación de Podemos a un 17%.
De tal modo que según esta encuesta el próximo gobierno de la nación recaerá en fuerzas políticas muy asentadas en la mentalidad menos estridente del personal, para que, al cabo, la ciudadanía tenga la percepción que “nada” va a cambiar demasiado como para preocuparse en exceso . . . porque tras los sobresaltos de una legislatura intragable . . . las aguas van remansando y ¡qué carajo! volverán a su cauce para despreocupación de la mayoría . . . después de todo.
Desde cuando las plazas se llenaron, a partir de aquel 15-M tan ilusionante, irrepetible, fruto de la indignación que recorrió multitud de conciencias y sensibilidades, a través de calles y plazas públicas, frente al imperio de los “testaferros del poder”, llamados políticos al uso, harta la ciudadanía de una política huera, corrupta, alejada de los problemas cotidianos de una población abandonada a su suerte, . . . en nombre de una democracia “representativa” que daba concienzudamente la espalda a esa ciudadanía ¡”indignada”!, ¡”enrabietada”!, ¡irritada”!.
Haciendo suyas las plazas, alarmados los resortes del poder que no lo veía muy claro, mientras crecía el movimiento y cuajaba en iniciativas de barrio, en reuniones y asambleas permanentes, hasta llegar a crearse, a cuajarse un partido con aires ¿revolucionarios?, ¿asamblearios?.
Y así se lanzó el resurgir de Podemos, el nuevo partido que parecía concitar las ganas extendidas, contagiosas, de reclamar “otra forma de hacer política”, “otra política”, . . . hasta que se le ocurrió nombrar la palabra “prohibida”, “la casta” que definía tan bien a la clase política imperante y que, sin duda, todo el mundo comprendía perfectamente, y no se podía “nombrar lo inombrable”.
Hecho el diagnóstico, pues, perfecto y exacto, de los males que asolaban el panorama social, con las intenciones más contundentes de reaccionar ante lo que indignaba a una ciudadanía “sonada”, grogui, pero que también, después de todo, ¿no quería?, ¿no ha querido?, ¿no quiere? comprometerse sobre el vacío que da tanto miedo.
Mientras parecía crecer la incipiente formación política, Podemos, con sus excesos, con su ingenuidad, con su valentía por meterse en todos los charcos, . . . hasta que comenzaron a sonar las alarmas, hasta que empezó a vislumbrarse que lo viejo olía demasiado a naftalina, cuando tal vez sería buena idea fomentar la creación de “una marca blanca” que hiciese como regeneradora de lo que hedía, sin remedio, mientras ya se señalaba que el peligro debía ser erradicado, abierta la veda contra el 15-M que parecía que, seguramente, se hubiera organizado peligrosamente.
Y como de costumbre todo volvió a funcionar y “pudieron salvarse los muebles”, y el PP y el PSOE volvieron y volverán a mantener la cabeza a flote, cómo no, mientras el resurgente y recurrente nuevo partido Cs iniciaba su andadura limpio de polvo y paja, recién duchado, peinado planchado, hecha la raya, y presto a dar el servicio imprescindible para que en comandita todo volviese a “su cauce” del que jamás debió salir “ningún susto” para el sistema que no puede tambalearse . . . mientras los testaferros del poder sigan haciendo su tarea ¡”tan bien”!.
Torre del Mar noviembre – 2.015