aguardaba su momento, el mismo instante, la situación ideal . . . para inocular, en un susurro, sin aspavientos alarmistas, como si de una plegaria casi fuera a tratarse, el veneno de la sabiduría, la tentación, tal vez, de la ciencia, cuando fue a invitarles, manzana por medio, a tentar a la idílica pareja de Adán y Eva, ingenuos ante el desastre que se les echaba encima, como para que siguieran escuchando muy atentos, sobre lo que aquel “bocado” inofensivo fuera a descubrirles, nada menos que la capacidad de discernir entre el bien y el mal. ¡Qué falta les haría tanta sabiduría . . .con lo bien que vivían en la inopia!. . . hasta entonces . . . cuando de repente se les dio concedida la facultad de “conocer”.
Y mordieron y aguardaron y allá solos, en la fronda del paraíso descubrieron . . . que iban desnudos y que también tenían sexo y que aquello turbaba, conturbaba y confundía . . . hasta el extremo de buscarse a la carrera unas hojas de higuera y taparse . . . ¡las vergüenzas! . . . vaya faena . . . por no haberse visto antes tan impuros, tan indecentes.
Y desde entonces el sexo, vía la bicha, vino a perturbar la paz ¿entre los hombres?, ¿entre las mujeres?, ¿entre los hombres y las mujeres o viceversa?, o y sobretodo ¿entre los hombres sobre las mujeres? . . . hasta la exaltación final vía polución masiva de ganas de sentir hasta más no poder, cuando uno se da cuenta de que se lo ha pasado “pipa”.
Y entonces surgió el sexo y su práctica, es decir la sexualidad, serena, compulsiva o a ratos nada más, y a continuación brotó el control, el autocontrol, el desenfreno y también el descontrol, . . . y hasta la virginidad, o la ausencia de toda sexualidad, . . . esa virginidad rota sin romperse que excepciones las hubo, como cuando sobrevoló la paloma, léase Espíritu Santo, y la luz penetró sin mácula ni mancha atravesando el cristal . . . sin herirlo, sin . . . ¡pecado!, aunque luego hubo que comprobar, pañuelo con sangre por medio, para certificar virginidades.
Y el pecado se enseñoreó sobre la inocencia inicial y sobre la bondad de las intenciones, y la mala sombra y las prohibiciones hicieron su agosto en el ideario de los chamanes que descubrieron una excelente manera de controlar y tergiversar y condenar, aunque solo empezasen con aquello de “no desearás la mujer de tu vecino . . .rico y poderoso”, por supuesto, aunque continuasen por lo del último fin, el de “la reproducción”, defenestrado el placer de la honesta, rubicunda y expansiva sexualidad. .
Por la convivencia cada oveja con su pareja, y dios o el señor con la de todos . . . si así le fuera a apetecer.
Y la virginidad se erigió como virtud inapreciable y sagrada, hasta el control de su desvirgación atenta a la “normativa aplicada”, cargando con el “peso de la sospecha y la culpa”. . . “Eva”, perdón, es decir la mujer, depositaria, garante de esa “impostada e inoportuna virtud”, como si su cuerpo contuviera el tesoro intangible, recosido por si hiciera falta, un certificado “ad hoc” de la virginidad . . . consagrada.
Y se regula desde las instancias más sagradas, desde los púlpitos, los templos, las mezquitas, las sinagogas . . . sobre la virginidad al servicio . . . ¡naturalmente! del macho. . . ¡tanto camino para terminar en el mismo atolladero del que la mujer no podrá escapar!, por el desvirgue a la sumisión, por la pureza hacia la vanagloria de la “femme comme s´il faut”.
Y se promete hasta el premio gordo . . . en el paraíso futuro sobre 70 huríes, vírgenes desde luego, que harán los deleites eternos de los machitos merecedores, sin noticia de si habrá premio a la viceversa de “vigorosos vírgenes”.
Y recuerdo el “Evangelio contado a las ovejas” del cachondo Juan Eslava Galán y uno no sabe si echarse a reír o a llorar, perdidas todas las esperanzas de recobrar una virginidad que afortunadamente perdió . . .hace tanto. ¡loado sea el dios que fuera!, mientras la bicha . . . ¡se descojona!.
Ahora como antaño cuando era tan importante mantener la virginidad a buen recaudo del dogal que sujete a las hembras, a las mujeres, a las doncellas vírgenes, a las castas esposas en su . . . secundario plano. ¡Faltaría más!
Torre del Mar noviembre – 2.015