D O S C U E S T I O N E S

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En primer lugar me gustaría tratar ese asunto que repiten los dirigentes del PP con cantinela “insensible y asaz cruel”, o así lo creo yo, cuando repiten que eso de la “Memoria Histórica” supone siempre “reabrir heridas”, no sé a quienes y no sé qué tipo de heridas,  quedándose tan panchos, y votan al efecto, por cierto con unas abstenciones ¿muy sospechosas? de los representantes de Ciudadanos, para no colaborar en la recuperación de esa memoria que, al contrario y según el criterio de sus defensores, lograría “cerrar las heridas” que demasiadas familias españolas aún sienten y duelen supurar en su “memoria no rehabilitada, no dignificada, no respetada”, de ninguna de las maneras, en ningún caso, contra la voluntad cerril y burda de los “herederos de los vencedores”, cuando alegremente esos tipos o tipejos aluden a “su cansancio sobre el tema que les aburre”, cuando resulta que entonces uno cae en la cuenta que esa formación política, el PP, sus adláteres, afines, simpatizantes . . . aún, a día de hoy, no han condenado el periodo siniestro que va desde el golpe de Estado de julio de 1.936 hasta la muerte del dictador, y que defienden lo que defienden porque no se sienten incómodos cuando se empeñan en “no condenar” los crímenes del franquismo. 

                                                                       Y entonces uno se lo explica, se explica esa resistencia malévola, esa frase cruel aduciendo que no quieren “reabrir heridas”, . . . cuando, al contrario, quedan tantos compatriotas con sus heridas por cerrar, con sus familiares aún en las fosas por desenterrar, aún cuando resulta bochornoso que “no se tenga claro la ilegalidad de un golpe de Estado, la maldita implantación de una dictadura siniestra. .  .con tanta impunidad que no piensa pagar factura . . .” porque demasiados políticos actualmente se empeñan en “no reabrir no sé qué heridas”, y en defender la abyección de lo indefendible.

                                                                       Y a uno le duela tan perversa insensibilidad.

 

                                                                       Y por otra parte hay otra cuestión también que desenmascara, como la anterior, que muestra el pensamiento de quienes la defienden y en los términos que la defienden.

                                                                       Estamos todos de acuerdo en qué un niño se “ve igual de afectado un hijo cuando ve a su padre maltratar, asesinar a su madre que cuando ve a su madre maltratar, asesinar a su padre”. ¡Faltaría más!. Faltaría tanto como no querer aludir a la desproporción de los casos reales y cotidianos, para nuestra vergüenza, para pena y terror de las víctimas que en un porcentaje elevadísimo son las mujeres por el hecho de ser mujeres.

                                                                       Y es muy rastrero aludir a “la asimetría” como algo a corregir, en virtud de una supuesta e inmaculada “simetría” a contemplar, como si la realidad contrastara con los buenos deseos de los políticos y políticas de Ciudadanos.

                                                                       Cuando no es tanto el horror, la tragedia de las mujeres asesinadas, sino también y sobretodo el machismo que arrincona, agrede a diario, menosprecia e insulta y aterroriza en el ámbito doméstico, con el consentimiento silencioso y cobarde de la sociedad que calla y “busca, tal vez, seguro”, la mezquina “simetría, igualdad”, que desgraciadamente no existe cuando hablamos de víctimas, cuando hablamos de mujeres, de miles, de millones de mujeres que han de vivir con su maltratador, por cierto masculino en la inmensa mayoría de los casos, en “su hogar que no es hogar que es infierno”, a espaldas de la sensibilidad de la comunidad ciudadana que cree que . .  .no habiendo denuncias, no habiendo secuelas, moratones, heridas . . . no hay tanto problema . . . aunque miles, millones de mujeres, ¡oigan estoy hablando de mujeres!, sufren y mueren antes de tiempo a diario, ¡maldita sea!.  

 

                                                                       Cuestiones en fin que se pretenden que se difuminen en el avatar cotidiano de una sociedad, en el devenir de una ciudadanía que evite todo compromiso, toda entereza, toda llamada a un pasado que pueda llegar a definir cómo somos, por qué somos como somos, habiendo llegado al filo del abismo o al filo de la navaja, prestos a jugársela por ser mejor . . . sencillamente mirándose de frente. . . porque no hay miedo que valga para enfrentarse a . . . los pecados, las culpas y los fantasmas que . . . solo lograrán desvanecerse ante tanto cobarde e insensible.

 

                                               Torre del Mar     diciembre – 2.015