. . . DE DON QUIJOTE Y LOS YANGÜESES

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Máxima placidez, ausencia de cálculo, prioridad esencial sobre la nada y el todo que nos ofrece la existencia, cuando resulta que somos capaces de dejarnos empapar del pálpito apenas perceptible, el aliento que trasciende más allá de toda ansiedad, porque llegamos a imaginarnos que necesitamos enloquecer de estúpida codicia, de alborotada efervescencia.

Resultó que cerca de nuestros protagonistas pastaban “una manada de jacas galicianas de unos arrieros gallegos, de los cuales es costumbre sestear con su recua en lugares y sitios de yerba y agua”.

Sucedió, pues, que a Rocinante le vino en deseo en refocilarse con las señoras jacas”.

En tanto amo y escudero dejábanse relajar a la fresca del bosquecillo que le amparaba.

Al punto que Rocinante olió a las descuidadas yeguas, como para que fuera hacia ellas con “un trotico algo picadillo” para “comunicar su necesidad con ellas”.

Mas ellas, que, a lo que pareció, debían tener más gana de pacer que de otra cosa, recibiéronle con las herraduras y con los dientes, de tal manera que, a poco espacio, se le rompieron las cinchas y quedó, sin silla, en pelota”.

Y ante el alboroto montado por el rechazo de las jacas al fogoso Rocinante “los arrieros acudieron con estacas, y tantos palos le dieron que le derribaron malparado en el suelo”.

Y el gozo quedó hundido en el pozo de la realidad y el chasco. Y al auxilio de buen caballejo acudieron don Quijote y Sancho.

Y, sin hacer más discursos, echó mano a su espada, don Quijote, y arremetió a los gallegos, y lo mesmo hizo Sancho Panza, incitado y movido del ejemplo de su amo”.

Los gallegos, que se vieron maltratar de aquellos dos hombres solos, siendo ellos tantos, acudieron a sus estacas, y, cogiendo a los dos en medio, comenzaron a menudear sobre ellos con grande ahínco y vehemencia.”.

Verdad es que al segundo toque dieron con Sancho en el suelo, y lo mesmo le avino a don Quijote, sin que le valiese su destreza y buen ánimo; y quiso su ventura que viniese a caer a los pies de Rocinante, que aún no se había levantado”.

Para volver a culminar la aventura, de nuevo, molidos y apaleados, “amo y mozo”, y el bueno de Rocinante corrido y chafado en sus afanes.

Torre del Mar mayo – 2.016