Noches de ecos amortiguados,
de pisadas inciertas,
de sombras que se detienen,
la lechuza se asoma,
taimada, fija
y alerta,
sobre el movimiento
que solo es un
sigilo.
Noches eternas,
sin luna,
solo estrellas que fueron,
recién llegadas,
aniñadas las pupilas,
inciertos los pasos
de regreso,
por el sendero apagado
que nos devuelve a la aldea,
de entonces,
cuando el brillo de una luciérnaga
nos detiene
y nos asoma una media sonrisas
al apresurarnos
bajo la noche
añil.
Noches de agosto,
acogedoras
y bruñidas de sombras
y nubes que solo
se adivinan,
al tran tran de las
noches encendidas
de pasión
y ternura, al oído,
cuando los amantes
no cesan de besarse
tan apretados,
al relente incandescente de
una noche de
agosto.
Torre del Mar agosto – 2.016