F I N D E F I E S T A

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Haciendo cola, aún bajo el astro rey inclemente, con la santa paciencia de quienes ya saben que el regreso acecha y que las maletas se apilan en el apartamento que ha dado tanto de sí para la nutrida tropa, mientras se suda y se deja uno ensimismar.

Pero es que siempre queda un hueco, un dinerillo ahorrado, cien o doscientos euros para intentar un año más la suerte, la suerte que es tan escurridiza, la suerte que se nos vuelve una y otra vez de espaldas, por mucho que acabemos conformándonos con la salud, y ¡qué remedio!, y gracias, mientras a pesar de todo siempre queda ese sueño repetido, inconfesable, de aquí a navidad, para cuando nos amenace el desvelo y vayámonos recobrando la calma soñando lo que haríamos con . . . los bolsillos repletos de billetes.

Dicen que en agosto se vende prácticamente la mitad de la lotería de navidad. Y cuando declina agosto eso se palpa. Hoy cuando me he acercado al centro del pueblo costero donde vivo he podido comprobar que en los despachos de lotería la solicitud de clientes era notoria, con filas que recorrían algún tramo de la acera por poder adquirir décimos de lotería de navidad para la familia, para los amigos, e incluso para los conocidos del barrio, del trabajo . . . sabiendo que la empresa es tan difícil, pero siempre acariciando ese halo de suerte esquiva y caprichosa, capaz estas navidades de sonreírnos . . . ¡ a nosotros!.

Y es que el fin de fiesta trae consigo el encargo inaplazable, lo más importante, lo que puede dar sentido al derroche del que ya se empieza uno a arrepentir. Descuadradas las cuentas prestos a dejarse un montón de euros en esos décimos que habrán de acompañarnos días y noches, sugerentes, tentadores, hasta el día del sorteo, antes de que, como cada año, volvamos a caernos de la ilusión frustrada . . .una navidad más.

Y entretanto de vuelta a la fila paciente mientras se recrea el deseo y el número "bonito", el número que "va a tocar", la terminación que nos da el pálpito de que sí, "esa va a ser la terminación", mientras nos rascamos el bolsillo, un año más, cuando llega el declive de agosto y la rupestre navidad ya asoma por el septiembre inminente.

 

Torre del Mar agosto – 2.016