, y que habríamos de enfrentarnos el día de la fiesta del colegio, el día grande, en honor del padre Damián, el de los leprosos de la isla de Molokai, en el campo de tierra y pedrilla, el de los mayores, el reglamentario, con porterías inalcanzables, por arriba y de poste a poste, con una equipación para cada equipo, cedida por los frailes que guardaban de año en año, unas camisolas que apenas nos llegaban a la cintura, mientras posábamos para el retrato que de vez en cuando contemplo, con las medias caídas, los zapatos gorila prestos al esfuerzo y al patadón o al toque fino, tan flamantes viéndonos como pequeños héroes muy metidos en nuestro papel de "tuercebotas" como artistas del balón, un balón reglamentario, grande y algo abombado, de cuero, cosido y marrón, al frente de la foto en blanco y negro, con los delanteros en cuclillas, y los defensas, medios y portero, de pie, tras los primeros, como entonces, tan graves, tan reconcentrados, tan emocionados ante la ocasión de aquel fútbol heroico, romántico, inolvidable, corriendo las bandas para intentar el centro que asegure el cabezazo que saldrá bien o . . . mal, hasta el fondo de la red o . . .no.
En este mes de septiembre se va a celebrar en Manchester el partido de fútbol "más caro" de la historia, entre el City y el United, elevándose el ¿valor? de los jugadores que participarán en el encuentro hasta los 795 millones de euros, ¿algo que ver con el deporte?, ostentando a partir de esa fecha el récord que lo tenía un Real Madrid Barcelona de noviembre del 2.015 que sólo llegó a los 666 millones de euros.
Y puestas en funcionamiento entonces "las mejores ligas del mundo", ostentosamente ricas, millonarias, televisadas para la expectación de tantos seguidores, millones de ellos a lo largo y ancho de este mundo, con tanta desigualdad, injusta y abyecta hasta lo inconcebible, mientras se adora al dinero y a los gladiadores de oro que hagan olvidar las penurias de tantos a cambio de una victoria, a cambio de la victoria in extremis de "nuestro equipo".
Desde las bocas abiertas y las ansiedades desatadas por ver si el fútbol de los desembolsos archimillonarios. Para terminar soñando con el chaval que acude a la Escuela de fútbol por ver si los sueños incumplidos de los padres pueden ser satisfechos, tenga que tragar lo que proceda el querubín que ostenta el perfil de su ídolo y que no le falta nada de nada, ni siquiera< las ewspinilleras.
Madrid septiembre – 2.016