De las cuevas y la arquitectura popular

El biológo y paleontólogo Juan Luis Arsuaga describe con mucho tino la Prehistoria como una época de realismo mágico, un tiempo en el que sus habitantes vivían en una continua ensoñación.

El sol, la luna, las estrellas, los árboles y las rocas, sin olvidar los relieves de sus cuevas eran, en la mente de nuestros ascentros, espíritus poderosos a los que adorar; algo que en nuestros días sólo es comparable con la veneración que reciben algunos futbolistas, poco dotados para presentar los Goya, no así para el regate y los goles de falta.

De esos mundos soñados nos quedan los vestigios de sus cuevas, la mayoría de ellas con misterios a la espera de que alguien los descifre. Las cuevas y grutas han conseguido conservar un legado de cientos de miles de años.

Frente a esta esperanzadora preservación, está por ver lo que quedará de la arquitectura popular malaguita de aquí a solo veinte años, si sigue la labor de inhibición de la Gerencia de Urbanismo, que en ocasiones suele demostrar una sensibilidad por el patrimonio arquitectónico idéntica a la de un tronista de telecinco por los místicos del Siglo de Oro.

En julio de este año, el académico de Ciencias y catedrático de Derecho Administrativo de la UMA, Ángel Sánchez Blanco, alertó a esta sección sobre la pronta desaparición de un auténtico pecio de arquitectura popular en El Palo.

Se trataba, porque ya hay que hablar en pasado, de una de las poquísimas viviendas protegidas originales del barrio. La casa mata, en la esquina de la calle Practicante Fernández Alcolea con la calle Danvila y Collado, formaba parte del plan del gobernador civil José Luis Arrese de construcción de casas baratas para familias de pescadores del Palo.

Nueva construcción de vivienda, en lugar donde se encontraba la protegida.

Fueron levantadas entre 1944 y 1954 y, como particularidad de muchas de ellas, tenían un patio con columnas unidas por una viga que no sostenía nada. Este espacio era utilizado por los pescadores para reparar las redes y las columnas las usaban para ponerlas a secar al sol.

Pues bien, ante la falta de protección de lo que los expertos con afición por las palabras largas llaman tipología popular, la casa ha pasado a mejor vida. En su lugar se está construyendo otra de más altura, y el propietario tiene todo su derecho porque la casa anterior no tenía protección arquitectónica alguna.

Vivienda original, a pocos metros de la demolida.

Que un servidor conozca, ya solo queda una vivienda original, de las decenas de casas de este tipo (perdón, tipología) que se levantaron en El Palo. Se encuentra a pocos metros de la demolida y tiene un aspecto envidiable. Pero todo dependerá de las ganas que le pongan sus propietarios en las próximas décadas, pues a pesar de su belleza y singularidad, que reciba alguna clase de protección de nuestra alelada Gerencia de Urbanismo es tan probable como que Donald Trump lea a Cervantes.

Donde se ponga una cueva…