Pedregalejo no es Pedregalejo sin la esencia de la candela y la sal. El olor y el sabor marinero, las decenas de jábegas ancladas en la arena y las brasas que acogen los enfilados espetos forman, ineludiblemente, la fotografía de la fachada litoral de Málaga. Los chiringuitos a pie de playa de la línea que se dibuja desde Pedregalejo-Las Acacias hasta El Palo, elementos imprescindibles de este dibujo, están desapareciendo lentamente. El pasado año fueron El Caleño y El lirio quienes echaron el cerrojo definitivamente. Después de 29 años, el primero, y nueve décadas, el segundo, las historias de ambos locales pusieron punto y final por motivos distintos: el descenso de las ventas desde que comenzó la crisis y la reducción de la terraza, en el caso de El Caleño, y la jubilación de sus propietarias, en de El Lirio.
El jueves también bajó la persiana El Cabra tras más de medio siglo de historia. Una de las dueñas, Pepi, contaba a este periódico que la razón que les hacía poner fin a esta aventura era la jubilación: «Llevamos trabajando aquí desde los ocho años y ya ha llegado la hora de descansar». El cierre de estos establecimientos abre una incógnita sobre el futuro de este tipo de negocios que llevan años copando los paseos marítimos malagueños más puros y que cuentan con un modelo de negocio muy especial, marcado por una línea familiar y una oferta muy característica: el pescaíto frito.
Renovación integral
Los actuales chiringuitos deben acometer en los próximo meses una renovación integral -desde el mobiliario a las fechadas, pasando por la implantación tecnológica- para la que prevén invertir unos 150 millones de euros a lo largo de este invierno. Muchos de ellos ya han obtenido, tras 11 años de trámites burocráticos y de desencuentros con las administraciones, la concesión para poder continuar con el negocio durante 15 años más -con otros 15 prorrogables- un asunto que les aporta mayor tranquilidad para hacer frente a estas inversiones. Los que no tienen la concesión esperan conseguirla este año.
El presidente de la Asociación de Empresarios de Playas, Manuel Villafaina, hace hincapié también en la importancia de que la Dirección General de Sostenibilidad de la Costa y del Mar, entidad dependiente del Ministerio de Medio Ambiente, haya dado luz verde al expediente de deslinde del dominio público marítimo-terrestre para la zona de Pedregalejo. El límite ahora está establecido por debajo de las viviendas y locales de hostelería, cuyos propietarios ya pueden iniciar los proceso de legalización. Aún así, está modificación aún no ha llegado a la barriada de El Palo.
Problema generacional
«Las nuevas generaciones no están por la labor y eso es lo que está pasando en estas zonas. El negocio es sacrificado, de sudor, de no entender de sábados ni domingos, y tampoco es que se gane el oro y el moro. La gente joven no quiere esto», alega Villafaina. Para él, el relevo generacional es quizá uno de los principales asuntos que activan la alarma de peligro de estos negocios. «Ya pasó en La Carihuela, hay muchos establecimientos que no continuaron porque la familia no quiso», rememora, esperanzado al pensar que tras los cierres aparecerán otros: «La gastronomía malagueña está muy valorada. La tradición del pescadito que hay aquí no se encuentra en otra parte», asegura.
Impuestos
Las trabas fiscales son otros de los problemas a los que los propietarios de estos establecimientos tienen que hacer frente. «Somos zona uno, pagamos lo mismo que en calle Larios y los servicios que llegan aquí no tienen nada que ver», afirma Enrique Sánchez, propietario de Las Acacias. Esta comparativa también es utilizada por Andrés Carretero, dueño del chiringuito Maricuchi: «En Larios pasan cada día los camiones de limpieza y aquí aparece uno cada dos o tres años».
Carretero extiende la crítica a las playas que, dice, «tampoco están cuidadas». «No veo el interés por parte del Ayuntamiento, que es quien tiene la responsabilidad, de poner esfuerzo aquí, la zona está abandonada», critica, a semejanza de Sánchez, quien cree que la situación «tiene un poco de todo, problemas multifactoriales». Para el propietario de Las Acacias, situada en Pedregalejo, el Consistorio municipal debería «empujar la zona, un barrio típico que tiene mucho tirón», en vez de «apretar las clavijas en la vía pública».
Aparcamiento
Con ello, Sánchez también se refiere al que, para él, es el principal escollo para mantener los chiringuitos: los aparcamientos. «Es un asunto que nos afecta muchísimo, tenemos una lista de clientes que reservan y que cuando llegan a la zona no encuentran donde dejar el coche, y no es un problema nuevo», asegura Sánchez, algo que corrobora Carretero.
En los últimos días, ilustra Sánchez, el parking de arroyo Jabonero ha cerrado por el rodaje de una serie. «Primero pusieron un cartel diciendo que sería de miércoles a viernes y hoy mismo [por ayer] lo han cambiado por otro que pone que estará cerrado hasta el domingo. El Ayuntamiento no imagina el prejuicio que eso tiene para nosotros. Yo no sé qué pedido hacer, pese a las reservas, para este fin de semana», explica.
Sobre otros aspectos que disuaden al público a frecuentar o volver a estos establecimientos, Villafaina cita el potencia del centro de la capital. «Está quitando a una gran cantidad de gente del extrarradio, lo que impide que los negocios prosperen. En el centro están proliferando multitud de establecimientos de distintos tipos que ofrecen una amplia variedad de productos», explica. En total, una amalgama de factores que hace que los propietarios no terminen de ser optimistas. Carretero, en primera instancia, apunta a que el relevo generacional «está difícil». «Estamos cansados, tenemos aquí a mi hijo pero no sabemos qué hará», afirma. La Acacias, por su parte, lleva casi 30 años en pie y, hasta ahora, no han tenido problemas de ese tipo, pero su propietario tiene un lastre encima similar: «Veo que en otros países cuando hay algo típico, que forma parte de la tradición, se intenta proteger pero aquí no».