Ya tenemos en la ciudad una entidad más que, de poder hablar nos hubiese podido contar muchas y amenas circunstancias, que a lo largo de estos cien últimos años han ocurrido en el propio balneario y su entorno. No obstante, ha habido plumas de categoría que dejaron para el registro histórico malagueño numerosas páginas con sus noticias e historias, muchas de ellas buenas y alegres, otras…no tanto.
Cien años dan para mucho, y no se puede pretender ni tan siquiera narrar los acontecimientos más importantes en varias páginas. De manera que, para no aburrir en exceso al lector con largas e interminables historias, antes de ofrecer el nacimiento de los baños del Carmen en la playa de la Torre de San Telmo, comenzaremos indicando que no siempre los baños de mar se tomaron como actualmente.
Allá por el año 1852 las autoridades competentes malagueñas publicaron un bando por el que se prohibía bañarse de día, así como estar juntas en la playa personas de distintos sexos, disponiendo igualmente que para preservar el buen decoro, las mujeres debían bañarse en la playa de Sanidad, y los hombres en la de Pescadería, dándose medidas estrictas a cerca de la ropa y la moral.
Estas normas tan estrictas, poco a poco se fueron relajando con la gran afluencia de público, hasta quedar prácticamente olvidadas.
Los baños de mar solían comenzar en fecha fija. En muchos lugares el día asignado era el 16 de julio, festividad de la Virgen del Carmen, luego se adelantó al 24 de junio, día de San Juan Bautista, hasta que finalmente no se tuvo en cuenta ninguna circunstancia más que la libre voluntad personal de los bañistas.
A principios del pasado siglo quienes deseaban tomar baños de mar solían acudir a los baños de Diana, La Estrella y Apolo, que estaban originalmente instalados en un lugar tan insalubre como era la Cortina del Muelle. Era mucha la cantidad de residuos que arrojaba la población marítima de los buques que diariamente entraban en el puerto, donde por la
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billete de ida y vuelta, al que iba adherido el tique para el baño en casetageneral, todo por el precio de 50 céntimos. Aunque al entrar al balneario,para ocupar una caseta era preciso comprar en la taquilla un tique, quecostaba una peseta y podía ser utilizado por tres personas.Dicen las crónicas de la época que la instalación, con los múltiples coloresde las casetas, toldos, quitasoles y tiendas, formaba un conjunto muyagradable, dando a la playa de la Torre de San Telmo gran animación,ayudando en la buena calidad del servicio que el lugar estuviese atendidopor el experto personal que había pertenecido al desaparecido, acreditado yantiguo baños de “La Estrella”.