EL CENTENARIO BALNEARIO DEL CARMEN

Ya tenemos en la ciudad una entidad más que, de poder hablar nos hubiese podido contar muchas y amenas circunstancias, que a lo largo de estos cien últimos años han ocurrido en el propio balneario y su entorno. No obstante,   ha  habido plumas de  categoría que dejaron para el registro histórico malagueño numerosas páginas  con sus noticias e historias, muchas de ellas buenas y alegres, otras…no tanto.

Cien años dan para mucho, y no se puede pretender ni tan siquiera narrar los acontecimientos más importantes en varias páginas. De manera que, para no aburrir en exceso al lector con largas e interminables historias, antes de ofrecer el nacimiento de los baños del Carmen en la playa de la Torre de San Telmo, comenzaremos indicando que no siempre los baños de mar se tomaron como  actualmente.

Allá por el año 1852 las autoridades competentes malagueñas publicaron un bando por el que se prohibía bañarse de día, así como estar juntas en la playa personas de distintos sexos, disponiendo igualmente que para preservar  el buen decoro, las mujeres debían bañarse en la playa de Sanidad, y los hombres en la de Pescadería, dándose medidas estrictas a cerca de la ropa y la moral.

Estas normas tan estrictas, poco a poco se fueron relajando con la gran afluencia de público, hasta quedar prácticamente olvidadas.

Los baños de mar solían comenzar en fecha fija. En muchos lugares el día asignado era el 16 de julio, festividad de la Virgen del Carmen, luego se adelantó al 24 de junio, día de San Juan Bautista, hasta que finalmente no se tuvo en cuenta ninguna circunstancia más que la libre voluntad personal de los bañistas.

A principios del pasado siglo quienes deseaban tomar baños de mar solían acudir a los baños de Diana, La Estrella y Apolo, que estaban originalmente instalados en un lugar tan insalubre como era la Cortina del Muelle. Era mucha la cantidad de residuos que arrojaba la población marítima de los buques que diariamente entraban en el puerto, donde por la

misma configuración de este, quedaban atrapados en su interior, creando un
gran foco de infección; así que tras debatirlo ampliamente el
Ayuntamiento, en 1886 se llegó a la conclusión de no permitir la
instalación de balnearios en aquellos lugares con tanta falta de higiene, por
lo que estos balnearios se trasladaron a la playa de la Malagueta.
Llegado enero de 1918, el empresario Enrique García de Toledo y
Clements, presentó un proyecto innovador en Balneario, similar a las
instalaciones utilizadas en las playas de Santander o San Sebastián, donde
comenzaba el hábito de tomar los baños de mar en agua abierta,
acompañándolos con exposiciones al sol. Fue este un año oportuno para
inaugurar otro nuevo balneario, ya que los de “La Estrella” habían sufrido
un incendio, y los de Apolo resultaban insuficientes para cubrir la
demanda.
Lugar donde se construye los Baños
El día 5 de julio de 1918, el diario El Regional publicaba información
sobre la futura inauguración del balneario, que se estaba terminando de
instalar en las playas de la Torre de San Telmo, indicando que el
acontecimiento sería el día16, festividad de su Patrona, La Virgen del
Carmen.
En el nuevo balneario, la playa para el baño fue dividida en dos: las
señoras a la izquierda y los caballeros a la derecha, continuando de esta
forma con la antigua norma de separación de sexos en la playa.
Entre las divisiones se instaló una caseta restaurante de 300 metros
cuadrados de superficie, que estaba retirada del rompeolas varios metros,
colocándose en ese espacio, a los costados de las casetas toldos quitasoles,
butacas-garitas y sillas para el descanso del público.
La parte de playa destinada a las señoras, fue protegida por el antiguo
puerto de la cantera de San Telmo, que a la vez que anulaba la fuerza de las
olas, hacía desparecer la resaca tan peligrosa en las demás playas. Teniendo
la profundidad de esta no más de 1,50 metros en una distancia 30-40
metros de la orilla, por lo que reunía unas condiciones excelentes para el
baño de los niños y personas que no sabían nadar.
La empresa de tranvías, además de colaborar con la nueva empresa, ante la
posibilidad de mayores ingresos, puso un servicio hasta el balneario con
  • billete de ida y vuelta, al que iba adherido el tique para el baño en caseta
    general, todo por el precio de 50 céntimos. Aunque al entrar al balneario,
    para ocupar una caseta era preciso comprar en la taquilla un tique, que
    costaba una peseta y podía ser utilizado por tres personas.
    Dicen las crónicas de la época que la instalación, con los múltiples colores
    de las casetas, toldos, quitasoles y tiendas, formaba un conjunto muy
    agradable, dando a la playa de la Torre de San Telmo gran animación,
    ayudando en la buena calidad del servicio que el lugar estuviese atendido
    por el experto personal que había pertenecido al desaparecido, acreditado y
    antiguo baños de “La Estrella”.

 

El éxito logrado hizo que el empresario quisiera volverlo a montar al año
siguiente, aunque de forma permanente, con proyecto del ingeniero Carlos
Loring. Aunque hubo algún que otro inconveniente, finalmente se llevó a
buen término, ya que el Ayuntamiento consideraba muy conveniente este
balneario para los intereses de la ciudad.
El 20 de junio de 1920 se inauguró con interesantes innovaciones, como el
aumento del número de casetas y duchas de agua dulce. Se construyó un
desembarcadero y junto a este, una pantalla para proyecciones
cinematográficas que se podían ver desde la misma orilla del mar.
El 27 de septiembre de ese mismo año consiguió la concesión permanente,
para desde 1922 permanecer todo el año abierto ofreciendo conciertos,
pista de baile, concursos, regatas, verbenas, pista de tenis, y un campo de
futbol que fue usado hasta que en 1941 abrió sus puertas La Rosaleda.
Y para finalizar, un recuerdo a aquella memorable década de los sesenta,
cuando con apenas unas pesetas en los bolsillos, íbamos andando hasta los
baños del Carmen para bailar con el ritmo del conjunto de Manolo Galvan,
“Los Gritos”, aquello de la “Vida sigue igual”.
Feliz cumplecentenario, guardador de dulces sueños