El 22 de Enero del presente año, mi amigo Juan nos dejó inesperadamente, provocando entre familiares y amigos el lógico shock. La pérdida de su esposa después de una larga enfermedad hizo mella en su salud, pero no tanto como para este repentino desenlace.
Aunque yo no sea paleño de toda la vida como Juan, si lo suficiente como para saber cuánto de bueno había en él y de su compromiso con el Barrio. Nos conocimos en el ICET en los años 50 del pasado siglo, él era externo y yo interno, pero hicimos todo el siclo de estudios juntos y eso me permitió conocerlo bien y entablar una amistad que siguió tras el Colegio y que ha durado hasta que Dios se lo llevó este fatídico día. Mis recuerdos primeros con él obviamente fueron en el colegio, donde pude comprobar su liderazgo, su simpatía, su gran memoria y su buena declamación, que le comprometía a que los compañeros de clase, cada vez que había oportunidad, le pidiéramos que recitara algo, o que cantara, que tampoco lo hacía mal. Más de una vez en clase, cuando un profesor se retrasaba, o en las ocasiones que nos mandaban a estudiar en la clase, mientras que algún compañero vigilaba por si se acercaba algún cura o profesor, se le animaba a él para algunas de sus actuaciones. Por su peculiar manera de ser, recuerdo que el Jesuita padre Carbonell también le tomó gran estima, estima recíproca, porque en más de una ocasión tuvo que sacarlo de algún apuro académico.
Tras la etapa colegial, aunque salió con un título de oficial mecánico tornero, su primer trabajo no fue como tal; como tantos otros alumnos, empezó de camarero en el Restaurante ”Casa Pedro”, donde igualmente puso de manifiesto su buen hacer y compañerismo. Sus sucesivas etapas en la vida, como esposo y padre, no dejaron dudas de su buen hacer y sentir. En cuanto al compromiso con la Barriada, cada vez que se le ha buscado lo han encontrado; que había que rendirle un homenaje al Padre Ciganda, ahí estaba él leyéndole un escrito en la plaza que luego llevaría su nombre, con el sentir de los paleños; Si había que colaborar con la Parroquia, ahí estaba él con su cariño a la Virgen del Rosario. En muchos momentos igualmente colaboró con la Junta de Distrito para organizar la feria en honor de la virgen del Carmen, o cualquier otro evento en pro de la Barriada.
Habíamos retomado nuestros encuentros de vez en cuando con un café en la “Cafería Migui”, donde casi a diario estaba con nuestro amigo Falele. No pensé que se truncara tan pronto este feliz reencuentro.
Amigo Juan, el próximo café me tocaba pagarlo yo, pero aunque deseo que tarde mucho, seguro que algún día te encontraré y saldaré mi deuda. Por ahora, lo que sí puedo y quiero es volar a donde quiera que estés con mi pensamiento y darte un gran abrazo en tu eterno descanso.
Tu amigo José Antonio Ruiz