La Asociación de Vecinos del Palo homenajeó en diciembre a Paco Leal y Falele Rodríguez, dos históricos dirigentes vecinales y expresidentes que llevan desde los 60 trabajando por el barrio. Un par de locales de la sede vecinal llevan a partir de ahora sus nombres.
Desde hace un mes hay dos salas dedicadas a Francisco Leal Rueda (1946) y Antonio Rodríguez Carmona (1945) en la sede de la Asociación de Vecinos del Palo, en la plaza del Niño de las Moras. Lucen sendas placas de cerámica con el dibujo respectivo de estos dos vecinos ejemplares y el nombre como les conocen en Málaga: Paco Leal y Falele Rodríguez.
«Para mí ha sido una gran sorpresa. Quise aprovechar para declararme por segunda vez a María, mi mujer y agradecerle a ella y a mis hijos porque han sido más de 40 años de no haberles dedicado el tiempo que se merecían ya que uno estaba casi todo el día, hasta las tantas de la noche, en la asociación de vecinos», confiesa Falele Rodríguez.
A su lado está Paco Leal, que también se ha volcado en la labor gratuita a favor del barrio, aunque él reconoce que estuvo metido unos años en política, en el PCE y no quiso mezclar estas dos vocaciones, «porque cuando ejercía la política no metía a la asociación; cuando se entra en la asociación las ideas partidistas hay que dejarlas en la puerta».
Los dos han sido presidentes de la Asociación de Vecinos del Palo, fundada hace 48 años, en 1976 y ambos han tenido una trayectoria muy similar, pues estudiaron en el colegio del ICET, estudios que tuvieron que dejar para ayudar a sus respectivas familias. Luego vendría el compromiso social por un barrio mejor.
«Yo tenía que echar una mano a mi familia. Mi padre había fallecido, era de la mar y vino con pulmonía y con 13 años tengo una foto trabajando ya en Casa Pedro», recuerda Falele.
En el caso de Paco Leal, recuerda cómo «los niños de mi edad estaban jugando a la pelota y yo me tenía que ir a la barra». Se refiere a la tienda de comestibles de su familia, en las Protegidas del Palo, «una tienda que era como un centro social».
Fue trabajando en Casa Pedro cuando Falele Rodríguez, hacia 1965, se unió a un grupo de trabajadores del famoso merendero «para ayudar a la gente más necesitada que había en la Playa y en las Protegidas». Se reunían en un local de calle Villafuerte pero todo se vino abajo por una visita e inspección de la Guardia Civil.
Y si Paco Leal se acercaba al PCE, «que entonces era el demonio con todos los cuernos», ironiza; Falele se acercó a los movimientos sociales de la Iglesia, de la mano de sacerdotes jesuitas y también gracias a la huella que había dejado Alfonso Carlos Comín, que había sido profesor del ICET.
Germen de la asociación de vecinos, aún en pleno Franquismo, fue el Aula de Cultura del Palo, que trajo al barrio a artistas como Salvador Távora, Carlos Cano o Enrique Morente, «personas que no se habían visto antes aquí y que la gente más humilde no había visto», cuenta Falele.
En plena fase de legalización del naciente movimiento vecinal, los dos amigos se opusieron, como el resto del barrio, al proyecto establecido en el PGOU del 71 de ampliar la ‘carreterilla’ de calle Bolivia-Salvador Allende y tirar las casas de playa. Afortundamente no prosperó.
Nace la asociación de vecinos
En 1976 nace la asociación de vecinos. Como recuerda Paco Leal, por entonces «el barrio estaba abandonadito de la mano de Dios: recuerdo llevar a mi tío desde la Lonja al Chanquete y no había ni una lucecita; sin luces públicas, saneamiento y agua potable ‘cero’ y de ‘centro de salud’ una consultilla de 30 metros cuadrados».
«A finales de los 70 el barrio estaba necesitado de todo», apunta Falele Rodríguez quien señala que los años 80 «fueron la década dorada del barrio, la época de más realizaciones y equipamientos conseguidos para El Palo».
En esos años, recuerdan los dos veteranos dirigentes, la asociación de vecinos logró importantes infraestructuras, equipamientos y zonas verdes, gracias a la presión y la negociación, en unos tiempos en los que muchos militantes de partidos de izquierda, políticos en ejercicio, formaron parte del colectivo, entre ellos el propio alcalde socialista Pedro Aparicio.
«Su primera legislatura fue la mejor para el barrio, la cosa empezó a fastidiarse en la segunda porque el PSOE ya tenía la mayoría y entonces ya nos puso una ‘línea roja’ a la entrada de su despacho», cuenta Falele del entonces alcalde, quien pediría borrarse de la asociación después de que la revista vecinal El Copo publicara en portada una imagen de Aparicio a la que le habían colocado una corona. «Nos dijo que estaba harto de recibir tantos golpes y es verdad que si se hace balance fue el alcalde con el que más hemos conseguido», recuerda.
Saneamiento, iluminación, agua potable, el centro de salud, zonas verdes y zonas forestales… grandes acuerdos urbanísticos como con Playa Virginia y también triunfos en los juzgados como cuando empezó a construirse Echeverría 2 y los vecinos lograron que no se levantaran tres grandes bloques en primera línea y en su lugar recibieran equipamientos.
Desde su toma de conciencia social en los años 60 y el enganche con el movimiento vecinal, estos dos paleños han dedicado miles de horas a la mejora del barrio de forma desinteresada. A este respecto, cuentan, todavía tienen pendiente una de las grandes reclamaciones del Palo: más viviendas sociales en un entorno sin apenas alquileres e invadido por los pisos turísticos.
El año pasado, los dos dirigentes vecinales dejaron la junta directiva de la asociación, aunque siguen vinculados como asesores. Para la actual presidenta vecinal, Mercedes Pírez, «son dos personas que sin ellos, la asociación habría desaparecido hace tiempo; tienen un valor impresionante, han dejado a su familia para atender la asociación y sacar adelante casi todo lo que se ha hecho en esta barriada».
A este respecto, Falele recuerda una expresión de Paco Leal de que todavía quedan vecinos en el barrio que mantienen «la velita encendida». La vela de la entrega y el compromiso por los demás y por el bien común.