¿A B N E G A C I Ó N, D E S I G U A L D A D?

  • Categoría de la entrada:Opinión

María Lejárraga, de familia acomodada, recibió una educación esmerada que le permitió ejercer de maestra. Sus inquietudes intelectuales y literarias chocaban con la sociedad en que creció, cerrada a la idea de que la mujer se dedicara a las artes y ciencias.

                                                           En 1.900 se casó con Gregorio Martínez Sierra, escritor más joven que ella, y sin revelarlo públicamente permitió que el esposo firmara como propias las piezas de dramaturgia que ella escribiera.

                                                           Antes de morir Gregorio firmó un escrito en el que reconocía la coautoría de su mujer, pero él reclamaba estos derechos para sí. feminista convencida y activa, afiliada al Partido Socialista, estuvo, no obstante, siempre sometida a su marido.

 

                                                            Alguien me comentó hace tiempo que para calibrar la igualdad en el ambiente doméstico solo había que saber quién limpia la mierda, quien se encarga de frotar esas manchas pardas de las bragas, de los calzoncillos, por ejemplo.

 

“Es verdad  que su vida fue abnegada, al entregarse en cuerpo y alma a hacerle la vida fácil a Juan Ramón Jiménez, pero lo hizo de modo voluntario”.

           De la biografía recién publicada de Zenobia Camprubí, quien fue esposa del insigne poeta.

“Más que la sombra de Juan Ramón Jiménez fue su luz, Zenobia Camprubí, (1.887 – 1.956), la mujer del gran poeta español, se sacrificó lo indecible para que la obra del Premio Nobel se conociera y difundiera lo más posible, pero no merece pasar a la historia como la enfermera y secretaria . . .”

Zenobia fue una persona voluntariosa, práctica e inteligente.

“Un cáncer minó la salud de la animosa mujer. El poeta no ayudó mucho a la enferma sumida en el dolor. Juan Ramón Jiménez proponía el suicidio “tres veces al día” como solución de sus males”.

“Zenobia murió el 28 de octubre de 1.956. desprovisto de su guía, de la persona que le desbrozaba el camino de dificultades, el auto de Platero y yo era un hombre desnortado”.

 

¡Qué tarde se llega demasiadas veces!, mientras la mujer aguanta, acompaña, persevera y . . . ocupa tantas y tantas veces el lugar secundario . . . que no le corresponde.

 

Torre del Mar      noviembre – 2.015